Cada que leemos a Mónica Lavín nos invaden el anhelo y la melancolía; sus obras manifiestan una honda sensibilidad hacia la naturaleza humana y las complejidades de las relaciones interpersonales. Tonada de un viejo amor, su ópera prima, regresa a los exhibidores bajo el sello Planeta con la intención de revelar el innato talento que mostró desde sus primeras publicaciones. Entregado al mundo por primera vez en 1996, en este libro encontramos ya los guiños que en sus siguientes obras se convertirían en rasgos distintivos de su narrativa.
Para empezar, hemos de situarnos en una línea de tiempo entre los años cuarenta y cincuenta en San Lorenzo, un ficticio pueblo rico en la producción de algodón y vino que la autora ubica al norte de México. La opulencia de la región agrícola se ve afectada en la estela de la Revolución, lo mismo para la industria como para una sociedad que se engancha a continuar viviendo en los roles prestablecidos: los hombres a los negocios, las mujeres a la casa.
Sin embargo, los protagonistas fijan desde su primera aparición su ímpetu por romper ese molde histórico. Cristina Velasco es una joven que no teme cuestionar su estatus como hija de una familia oligarca y tradicional, y tomar las riendas de su andar por el mundo, incluido el descubrimiento y manejo de su temprana pasión prohibida. Su tío, Carlos Velasco, va y viene rompiendo todo lo que toca, dejando marcas con cada caricia que da, y se consume entre el amor clandestino y cuidar de su patrimonio y futuro; completa el triángulo Olga Fonseca, la mujer con la que Carlos se casa por conveniencia.
Las historias entrelazadas no dan tiempo al respiro: Mónica Lavín nos lleva por una narración vertiginosa que sin embargo no se olvida de los aspectos aparentemente comunes y ordinarios de la vida, logrando dotarlos de significado y belleza con una prosa reflexiva y emotiva; las evocadoras metáforas y descripciones añaden color y profundidad a las osadas decisiones de los personajes, todos plenos de matices y emociones. A menudo el relato explora sus pensamientos más íntimos, lo que nos hace conectar con ellos indisolublemente mientras atestiguamos su tragedia.
Tonada de un viejo amor se afirma como el brillante inicio de la carrera literaria de Mónica Lavín, quien desde entonces no ha dejado de sorprender a sus lectores con detalladas atmósferas, tramas absorbentes en las que caben lo femenino, la familia, el azar y el destino, y sobre todo un encanto poético que tal vez sea expresión pura de su gusto por escribir.
Con su pasión desbordada, esta historia crea para sí una complicidad que nos lleva a respirar el buqué de los vinos, a disfrutar de la vendimia y sus ritos, así como a caminar por senderos cargados de pasado entre luchas por amor y aceptación frente a la rigidez moral, las costumbres, el afán de posesión y el olvido como condena. Todo un regalo y deleite para los asiduos de esta gran novelista.