El Chacal, sobrevivir en el periodismo ante la política

El Chacal, sobrevivir en el periodismo ante la política

El chacal, de Diego Petersen Farah, es una novela tan conveniente hoy como hace 20, 40 u 80 años, y quizá lo sea mañana. A partir del ascenso y caída de un joven reportero que llega de Puebla al entonces Distrito Federal, ofrece una incisiva exposición de la política como corrupción e impunidad revueltas que se sirven cual platillo principal de un banquete a conveniencia de las cúpulas de poder, aderezadas por la estructura mediática, que alimenta con eso a sus máximos exponentes, quienes lo tragan sin reticencias con tal de ser parte de un sistema que hace negocio con la desgracia ajena, manipula y genera militancia o polarización entre las audiencias. 

Desde los primeros párrafos sorprende lo explícito del autor al materializar el tufo nauseabundo que adquiere el periodismo cuando obedece tanto a intereses individuales como de los gobiernos en turno y juega a un doble discurso, estableciendo complicidades con las versiones más viles del afán proselitista, el sindicalismo rancio y el partidismo. Con sarcásticas analogías entre la jerga de dicha profesión y los fluidos corporales, el protagonista deambula por hipócritas redacciones editoriales, estudios de grabación, burdeles e iglesias que parecieran servir para lo mismo: esconder la basura bajo la alfombra, hacer lavados de cara y efectuar la compraventa de la dignidad, los principios y finalmente del alma, si es que a los implicados aún les queda una.  

Es puntual la interpretación de la historia reciente de nuestro país, partiendo del momento justo en que se perpetró el fraude que puso en la silla a Carlos Salinas de Gortari, para seguir con la vergüenza de la alternancia, que mantuvo las mismas prácticas de la mano de un presidente inculto y otro sanguinario, hasta llegar al modelo de títere prefabricado con el que fueron sucedidos. Si bien los personajes que guían la trama son ficticios, es muy sencillo y alarmante relacionarlos con posturas, actitudes y acciones de los supuestos comunicadores que pululan hoy en día, entre los que podemos contar desde aquellos que aún arrastran su artificioso prestigio como eunucos modernos bajo el mando de los dueños de estaciones de radio y televisoras —al igual que los que alguna vez fueron «vacas sagradas» de las mismas y hoy se desempeñan en redes sociales dando reportes tendenciosos, montando y modificando videos— hasta los llamados influencers, quienes vociferan desde canales de YouTube y otras plataformas y han alcanzado presencia en la pantalla chica no por asumir reales convicciones y preocuparse por la gente, sino por poner a la venta su voz y sus espacios, lo que les permite mantener un estado de privilegio.   

En el camino saltan frases con aire a dichos populares, llenas de cinismo y repugnante realidad, que dan un lamentable sentido a los «tejemanejes» mientras peones que aspiran a ser el rostro de los medios y futuros líderes de opinión sacan provecho del morbo alrededor de tragedias donde las víctimas no son más que números, estadísticas sin rostro, algo usual para muchas autoridades e instituciones.   

Todo se convierte en un importante recordatorio de la trascendencia pasada de los espacios noticiosos tradicionales como armas contundentes del régimen priista, las fuerzas del sector conservador y la derecha en un mundo que, pese a ser análogo y no contar con redes sociales, parecía más claramente comunicado, lo cual por supuesto era muy bien aprovechado en los juegos de poder: bastaban unos cuantos periodicazos para tumbar gobernadores, alcaldes, diputados, presidentes de partido y demás bichejos. Pero lo mejor es el minucioso y ágil delineado de un personaje que, en un relato que resulta una especie de confesión repleta de sarcasmo, también da cuenta de los momentos en que su podrido rol de «profesional del periodismo» lo lleva a asquearse de sí mismo, generando esa misma sensación en el lector acerca de la sociedad y empujándole a debatirse entre la empatía culposa o cuestionar las supuestas verdades que venden los medios y cualquier tipo de militancia. El chacal es publicado por Editorial Planeta.

El Chacal, de Diego Petersen Farah

Diego Petersen Farah

Diego Petersen Farah

Guadalajara, 1964) es escritor y periodista. Fue subdirector de Siglo 21, director de Público y fundador de Milenio. Actualmente es columnista y asesor de El Informador de Guadalajara, y colaborador en diversos medios. Como escritor ha publicado tres novelas: Los que habitan el abismo (Planeta, 2014) Casquillos negros (Tusquets, 2017) y Malasangre (Planeta, 2019).

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