Fito Páez, Infancia & Juventud: Memorias, el rockero detrás del rockero.

Fito Páez, Infancia & Juventud: Memorias, el rockero detrás del rockero.

En Infancia y juventud. Memorias, autobiografía a la que Fito Páez diera forma durante la pandemia a insistencia de su editor —ya sin pretexto alguno, como él mismo manifiesta—, encontramos esa marcada irreverencia en cuanto a tono inherente a cualquier rockero que se precie de serlo, y lo mismo en la estructura, donde por instantes pausa la narración para hablar directamente a sus fans y hacerlos cómplices de un recorrido tan íntimo como lleno de las referencias culturales que desembocaron en ese creador único que ha entregado discos durante ya casi medio siglo.

A partir del luto con que la prematura muerte de su madre los marcó a él y a su padre (un proceso siempre presente en mayor o menor medida dentro del relato), nos encontramos ante un mapa de las provincias y grandes urbes de la Argentina intensa, abrumada por el atroz peso de la dictadura militar, y un recorrido por el significado de lugares como el cuartucho familiar que cobijó sus primeros proyectos musicales, las disquerías, los bares, boliches, foros clandestinos y salas de conciertos que servían de escenario para una muy particular manifestación del espíritu del rock garage que permeaba por entonces en todo el mundo y cuya estridencia gestó a grandes bandas. 

Con entusiasmo acompañado de cierta ironía y nostalgia, el popular cantautor hace patente el impacto que tuvieron en su vida e impulsos creativos las tardes en que de niño escuchaba vinilos en casa, sus primeras lecturas plagadas de universos fantásticos, los encuentros con diversas manifestaciones del entretenimiento como la lucha libre itinerante y las funciones de cine en el añorado formato de matinée que lo llevaron de las cintas de Roger Moore a las de Antonioni y Brian de Palma, un camino que lo acercaría ya mayor al folclor y el teatro musical, que sin duda alimentaron el lado excitante y lúdico de su estilo. 

Páez habla sin empacho de sus fechorías en grupo siendo púber, los viajes con primos, tíos y demás parientes, su precoz despertar sexual entre amigos y las prácticas masturbatorias adolescentes (a veces colectivas); enfrentar la fachada de rigor hostil tras la que un profesor escondía su atracción hacia su persona en su etapa de estudiante, e incluso un infame incidente de transgresión infantil que sufrió.

A ratos encontramos toques de mustio humor al citar eventos cotidianos como cuando, tratando de ganarse la vida, atendió una pollería, tras lo cual juraría que nunca volvería a trabajar, mientras va explicando la influencia de figuras como Vox Dei, Frank Zappa, Luis Alberto Spinetta y Bill Evans, y composiciones como su Mi primer retrato y Viajes cobran un nuevo significado al conectarlas con la emoción del primer amor y la pérdida de la virginidad, o con un insólito encuentro en carretera. 

En la ruta evoca las enseñanzas que deja la ingenuidad de permitir a otros hacer cambios no autorizados a sus canciones, una de tantas amargas experiencias en el campo profesional que aun así nunca sofocaron su hambre de conocer y aprender, la cual redundaría en su entrada a la bohemia y enfrentar ese punto de quiebre inevitable para la mayoría de los músicos en ciernes que no vienen de un entorno directamente relacionado con el arte, rompiendo con la pretensión familiar de hacer una carrera convencional. 

La sobria forma de contar los cruentos enfrentamientos que llegaron a darse a las afueras de su casa entre militares y células rebeldes, las razias y persecuciones de que llegó a ser objeto y su toma de conciencia en un entorno convulsionado por el peronismo, contrasta con lógicas explosiones de furia y dolor que no puede contener al rememorar las violentas tragedias que alcanzaron a algunos de sus seres queridos. 

Por supuesto, da detalles de su relación con la actriz Cecilia Roth, su amada compañera durante 11 años, a la cual se refiere con evidente cariño, para abundar en el cauce de anécdotas alrededor de la grabación de distintos álbumes con la eventual aparición de gente como Andrés Calamaro y el legendario Silvio Rodríguez, y el recorrido de presentaciones que cierra con los 16 conciertos del 92 porque, claro, como el título define, este primer tomo abarca solo las dos primeras etapas de su vida; habremos aún de esperar para conectar con su pasado más inmediato, pero después de lo aquí vertido podemos confiar en que esa nueva lectura será igual de interesante.

Infancia y juventud: Memorias es un sentido ejercicio de introspección y autoexposición sin tapujos o pretensiones ególatras con un enorme valor como testimonio social y del rock latinoamericano. Hará las delicias de los fans, es un testimonio infaltable para los entendidos en la música del continente y dejará satisfechos a los amantes de las biografías. 

Infancia & Juventud, de Fito Páez

Fito Páez

Fito Páez

Nació en Rosario, Argentina, en 1963. Su extensa y exitosa carrera como autor e intérprete a nivel iberoamericano y europeo incluye unos treinta discos grabados, un récord de ventas a nivel nacional con El amor después del amor (1992) y la obtención del premio Grammy al mejor álbum latino de rock o alternativo, además de diez Grammys latinos. Como cineasta, escribió y dirigió La balada de Donna Helena (1994) —por la cual recibió el Premio del Jurado en el Festival de La Habana—, Vidas privadas (2003) y ¿De quién es el portaligas? (2007). Su relación con la escritura comenzó a formalizarse con una serie de artículos publicados en el suplemento ADN del periódico La Nación y se extendió con la novela La puta diabla (2013, reeditada en 2016 por Emecé), el volumen Diario de viaje (Planeta, también de 2016) y la novela Los días de Kirchner (Emecé, 2018).

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