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En busca de una sonrisa perdida

Pablo Berthely Araiza (Veracruz, 1990) estudió Derecho y Políticas Públicas, es cofundador de la productora Tyrano Films, fue becario del programa Jóvenes Creadores del SACPC y ganó el Premio Nacional de Novela Jorge Ibargüengoitia 2020 por su libro Enemigos imaginarios, que hoy se encuentra agotado. 

El silencio que nos une, su segunda novela, recién publicada por el sello Tusquets, es una atrapante historia acerca de la infancia de Carlos Arruza y otros personajes que conviven en la vecindad en un «pueblo extraperiférico al sur» del Distrito Federal en la década de los noventa. En su decimocuarto cumpleaños, la amistad entre Carlos y Lucía, su vecina y amiga, da una vuelta inesperada cuando, luego de citarse una noche en una casa deshabitada para avanzar en su relación, el protagonista se acobarda con consecuencias terribles…  

Sin perder de vista que, como dice el mismo Carlitos al citar a un poeta francés, «La patria es la infancia», las dificultades por las que pasan los personajes —todos presentados en formato de fichas escritas a máquina cuya procedencia la trama se encargará de revelar— tienen lugar bajo un fuerte trasfondo político y social en ebullición que es una pujante maniobra narrativa para poner presión a la hora de interactuar y tomar decisiones. Así como los personajes de menor edad crecen en busca de una identidad, un beso o entender quiénes son, los mayores parecerían ocultar una cierta lógica cínica que el mundo institucional les transmite: hay ocultamiento, violencia y traición, y esta última nos dejará pasmados. La deformación producida en la cultura regional por el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y México debido a la invasión y la apropiación de la cultura «gringa» se ve remarcada por ciertos factores que influyen en la búsqueda de identidad durante la tumultuosa «crisis mexicana»: «Solo un país sin destino prefiere nutrir el hambre con hamburguesas en vez de tacos».

La acción transcurre bajo un fuerte trasfondo político y social en ebullición que es una pujante maniobra narrativa 

Nos vemos, además, ante la incógnita de quién es el narrador; la novela misma lo aclara en su debido momento y deja la sensación de que hay siempre una línea delgada entre la tragedia y el amor, que la felicidad no perdura, pero vale la pena su búsqueda cuando esos momentos fugaces se materializan. Hay otras miradas de los mismos acontecimientos y se aprovechan las potencialidades de este recurso al incluir algunos paisajes en formato de diario, el «Diario de las pesadillas»; esto, que parecería solo una continuidad obvia, contiene una mirada más real del niño Carlitos que se convierte en investigador, una especie de detective que realiza crónicas de la infancia en busca de justicia. 

De esta forma, el autor inscribe algo de su lógica: «…todo escritor o todo cineasta discrimina: desecha la mayoría de los momentos de la vida de los personajes que crea y, de forma muy oportunista, desarrolla únicamente los pasajes y escenas que son funcionales para la trama. La ficción suele poner la trama por encima de la vida cotidiana de los personajes». Plantea dudas e interrogantes que logran una complicidad inconsciente con los lectores, pero también abundan las preguntas existenciales, universales, que se desparraman en los diálogos de niños, adolescentes y jóvenes al descubrir un mundo plagado de dificultades:  «¿Por qué los amorosos callamos? ¿Soy acaso un amoroso? Y si lo fuera, ¿por qué el amor se parece tanto al miedo?» «¿A los amigos nunca se les abandona? ¿Por qué no tenía el valor para oponerse a su padre?»  

Los capítulos, que funcionan como cuentos —vidas que se desarrollan en secuencias, escenas con la cadencia perfecta y típica del cine que atraviesa la literatura— tienen un remate atractivo; a veces crucial, en otras dejan pensando, nos sacan una sonrisa o generan tensión. Los cierres de cada apartado están trabajados como anzuelos que hacen querer empezar el siguiente al instante. La ágil lectura nos hace pensar en los plot points de una serie de televisión cuyos finales resultan adictivos; pareciera deslizarse como una historia costumbrista con un lenguaje sencillo, ameno, por momentos coloquial, y sorprende por los giros drásticos que va dando, vueltas de tuerca donde encontramos puntos muy atractivos. Los amantes de los libros donde las acciones determinan las circunstancias agradecerán la originalidad de la trama y las desventuras de estos personajes divididos en grupos etarios que ilustran la estructura sociopolítica de México. 

La ágil lectura nos hace pensar en los plot points de una serie de televisión cuyos finales resultan adictivos

Hallamos numerosos homenajes al cine y a literatura, y uno de los más simpáticos es el nombre de los gemelos vecinos de Carlitos, Claus y Lucas, que además de ser implacables, divertidos y excéntricos —nos remiten a los hermanos de la novela tríptica de Agota Kristof—, enseñan, como al protagonista de esta historia y sus estrategias narrativas, a armarnos de cualquier recurso, incluso amarrarse a las vivencias de la infancia, para sobrevivir. 

El silencio que nos une, de Pablo Berthely Araiza

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Pablo Berthely Araiza

Pablo Berthely Araiza (Veracruz, 1990) estudió la licenciatura en Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México y una maestría en Políticas Públicas en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Ha sido promotor de diversos proyectos culturales independientes de teatro, televisión y cine, y ha colaborado con textos de ficción y de divulgación periodística en medios como Nexos, Animal Político y la Revista de la Universidad de México. Becario del programa Jóvenes Creadores del Fonca, su primera novela, Enemigos imaginarios, obtuvo el Premio Nacional de Novela Jorge Ibargüengoitia (2020).

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