Una casa de té como espacio de libertad y campo de batalla

Una casa de té como espacio de libertad y campo de batalla

Los bombardeos sobre Reino Unido entre 1940 y 1941 —los años del Blitz— por parte de la aviación alemana durante la segunda guerra mundial se volvieron parte de la cotidianidad de los habitantes de Londres; la vida —si podemos llamar así a tal situación— cambió de un día para otro. Algunos pudieron irse a la campiña, hostil durante el invierno; gente con recursos suficientes emigró a Canadá, pero la gran mayoría permanecieron bajo las bombas con nervios, incertidumbre y pasaron cada noche entre apagones en refugios húmedos rodeados por vecinos a veces amables, pero tan angustiados como el resto. 

Entre otras atrocidades, el conflicto marcó la primera vez en la historia que se atacó masivamente a la población civil desde el aire. ¿Cómo llevar una vida «normal» en tal infierno? ¿Qué actitud tomar cuando tu ciudad está siendo bombardeada? La lucha más difícil tuvo lugar en el campo de batalla social, en el día a día donde las charlas se tornaron extrañas, se hablaba del sonido de las bombas incendiarias como de cualquier otra noticia del común, «como si fueran simples tormentas eléctricas»; los mismos pobladores se asombraban de lo mucho que soportaban a oscuras, con frío y apagando incendios. 

Beowulf, traducida por primera vez al español en esta edición de Seix Barral, es una novela histórica, una novela de guerra que cuenta la historia de Warming Pan, una tienda/casa de té regentada por Selina Tippett y Angelina Hawkins, dos mujeres que invirtieron las trescientas libras que recibió la primera —por años de cuidar a una inválida— en levantar un lugar para hacer sus pasteles, sus delicias con huevo de granja, horneando el pan más crujiente y sirviendo el café con mejor aroma. Pero una vez más devino el conflicto; uno que, se lee en Beowulf, pudo haberse prevenido desde 1933. 

Warming Pan se convierte, para ellas y para los vecinos y clientes, en un refugio o trinchera para tejer lazos solidarios, altruistas y hospitalarios, donde el interés no solo apunta a lo material, al poder comer un poco más de la ración establecida por el gobierno, sino a levantar la moral: «Warming Pan era un símbolo de libertad eterna», de la libertad ciudadana. 

Un típico té inglés caliente bebido sobre los escombros de una ciudad camino de ser borrada es parte de la resistencia del pueblo que no carga armas, sino penas y dolor

El título, Beowulf, remite a la leyenda o manuscrito anónimo de la tradición anglosajona sobre el héroe épico de ese nombre que enfrenta a gigantes y un dragón entre los siglos V y VII; además, el hecho que la novela transcurra en una casa de té inglesa y que la mascota de la casa sea un bulldog de yeso —una raza icónica, originaria del Reino Unido, que significa fortaleza— es toda una simbología nacional puesta en funcionamiento; las pequeñas, pero no por ello menos significativas viñetas, narran historias de héroes civiles comunes y corrientes. 

¿Pueden perdurar las tradiciones cuando caen cientos de «tubos cilíndricos cargados de niebla» sobre sus cabezas? Un típico té inglés caliente bebido sobre los escombros de una ciudad camino de ser borrada es parte de la resistencia del pueblo que no carga armas, sino penas y dolor: Horacio Rashleigh, un anciano viudo y solitario al que nadie compra ya sus pinturas, sobrevive con una asignación de un primo y la guerra lo ha desconcertado; el coronel Ferguson, un expatriado que regresó de Suiza para ofrecer su servicio, pero no sabe cómo; o Adelaide Spenser, una ama de casa de los suburbios para quien la guerra es terrorífica, pero inevitable. 

Los personajes de Beowulf aprenden en ese tiempo cosas que no les interesan; todos son parte de una generación diezmada a la que le tocó vivir las dos contiendas más violentas de todos los tiempos, aunque cuál no lo sería: «Dos guerras en una sola generación eran demasiado pedir para cualquier pueblo».  

En la trama no aparecen jóvenes: ellos están para morir de otra manera. Mientras los varones se encuentran en el campo de batalla, las mujeres afirman que, con heroicidad, quedan a cargo de resistir en la trinchera civil, sostener la sociabilidad y mantener el temperamento nacional cuando todo parece frágil, vulnerado y al borde del desmoronamiento.

Lo que la gente indefensa hizo en esta época de barbarie es de tan digno recuerdo como la lucha en el frente. 

En la tragedia se activa el sentido del humor, incluso el sarcasmo como un instinto de defensa, aunque no fuese más que una básica aceptación de lo que nos es imposible de cambiar. Lo que la gente indefensa hizo en esta época de barbarie es de tan digno recuerdo como la lucha en el frente. 

Beowulf apareció en 1948 firmada por Bryher, seudónimo de Annie Winifred Ellerman (1894-1983), poeta y escritora cosmopolita, hija del multimillonario John Ellerman; además de paciente de Freud, fue referente del modernismo anglosajón con más de 20 libros de diferentes géneros y financista de numerosos proyectos culturales entre los que estuvieron, justamente, las famosas librerías parisinas Shakespeare & Co. y La Maison des Amis des Livres, cuyas dueñas, primeras mujeres empresarias-libreras y que sostuvieron el panorama cultural europeo durante la conflagración, la convencieron de traducirla al francés, y para devolverles el favor, Bryher dedicó así la edición estadounidense: «para Sylvia Beach y a la memoria de Adrienne Monnier».

Beowulf, de Bryher

Bryher

Bryher

Nació en Margate, Inglaterra, en 1894, y murió en Vevey, Suiza, en 1983. Fue una novelista, poeta, biógrafa, editora y mecenas. Pareja de la escritora Hilda Doolittle y heredera del magnate del transporte marítimo John Ellerman, Bryher —pseudónimo de Annie Winnifred Ellerman— dedicó gran parte de sus días a la difusión de la cultura y a la filantropía. Entre los numerosos proyectos que financió destaca la librería parisina Shakespeare & Co., la editorial Egoist Press, así como su apoyo a algunos de los grandes protagonistas de la escena literaria del siglo xx, como James Joyce, Sylvia Beach, Dorothy Richardson, Edith Sitwell o Marianne Moore. Antes y después de la Segunda Guerra Mundial, desempeñó un papel fundamental en la liberación de docenas de artistas, escritores y críticos de Hitler y del régimen nazi.

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