Ricardo Cupido es un detective melancólico. Quienes siguen la saga de novelas negras escrita por Eugenio Fuentes, y protagonizada por este intrépido investigador que busca la verdad por sobre todas las cosas, entienden que los crímenes no son solo asesinatos. Detrás de las investigaciones de tan peculiar personaje hay tramas sociales, críticas a los rincones más oscuros de la sociedad española, que está retratada de manera soez, cada vez más alejada de la senda del bien. Una sociedad en la que siempre pierden los buenos y los bribones sacan provecho si se los permiten.
En un inicio la nueva aparición de Ricardo Cupido, Perros mirando al cielo, pareciera un libro de cuentos. Pequeñas historias van surgiendo en este universo, pero luego hay también destellos de una novela de amor, y cuando la pluma de Eugenio Fuentes ya nos tiene atrapados, aparecen las muertes y un hecho pasado vuelve para trastocar las vidas de los personajes.
Los crímenes no son solo muertos, y en la investigación hay de fondo tramas sociales, críticas a los rincones más oscuros de la sociedad española.
No imaginaríamos que Perros mirando al cielo es una novela negra que se esconde tras las vacas. Tampoco podríamos vislumbrar al coronavirus como un escenario social, pero las acciones se suceden de manera escalonada, como un rompecabezas donde no hay bordes, y los giros de la trama nos dejan cada vez más asombrados.
Los hechos de esta novela tienen lugar en el pueblo de Breda, a unas tres horas de Madrid, donde una pareja de jóvenes vive su enamoramiento de manera sencilla, con un prolífico trabajo y un embarazo. Pero un fortuito accidente de ruta con un animal perdido, que aparece de la nada, es el puntapié de una historia atrapante.
Las acciones se suceden de manera escalonada, como un rompecabezas donde no hay bordes, y los giros de la trama nos dejan cada vez más asombrados.
Además de la trama negra, que es la columna vertebral de Perros mirando al cielo, hay descargos del autor sobre la generación de ancianos fallecidos en pandemia, sobre los héroes anónimos que estuvieron en primera línea de lucha y sobre la impenetrable justicia que solo ajusticia a los indefensos: “[…] cuando se trata de elegir qué huevos romper, siempre son los de la gallina común, o los de la indefensa codorniz, o los del pequeño petirrojo, o los del pobre avestruz que esconde su cabeza ante el peligro. ¡Pero nunca se rompen los huevos de los buitres, ni de las urracas, ni de los halcones!”, se dice en el libro.
Perros mirando al cielo se inscribe en la tradición de novelas atravesadas por la pandemia que vivimos en 2020. Así como el autor griego Petros Márkaris, también publicado en la editorial Tusquets, se sirvió de este escenario semiapocalíptico para situar al comisario Kostas Jaritos, Eugenio Fuentes pone a interactuar a su Ricardo Cupido con las vicisitudes del momento y con su tono lúgubre reflexiona sobre lo vivido. “Cada investigación que resolvía, cada verdad que sacaba a la luz, no solo era un triunfo sobre el engaño de quien había intentado herir impunemente a otro, también era una batalla ganada contra su tendencia a la melancolía”, dice.
Mientras la historia avanza, llegan algunos golpes bajos que dejan al lector con las manos temblorosas. ¿Pero qué sería de la novela negra con corrección política? En Perros mirando al cielo también hace ruido cierta xenofobia hacia una pareja de peruanos que trabajan en el campo de uno de los protagonistas, quienes aseguran que en su país natal no ocurrirían los crímenes que ahora los persiguen en Breda. En Perú solo serían secuestrados o se caerían en barrancos.
Luego de leer Perros mirando al cielo queda rondando la idea de que hay gente que hace del mundo un lugar un poco mejor. Cupido abraza a quienes no gritan, pero permanecen activos y no sacan provecho, ni son agresivos, porque el hecho de que no estén en combate permanente no significa que no tengas ideales. Se sabe: el mal es ruidoso.