Un ente con desarrollo propio, una criatura cuya idea se pone por encima incluso de su propio creador, una obra capaz de retroalimentarse de su pasado para reivindicarse y hablar sobre el presente. Así podríamos definir El arte de la novela, que además enfrenta el futuro con lucidez, descaro y pertinencia.
Es con este texto que el célebre Milan Kundera parece definir la narrativa europea. Una misión casi imposible, pero que el autor convierte en un ejercicio casi lúdico y con toques humorísticos, pues toma con desenfado y cierta ironía los formatos que van del ensayo a la conversación; incluso se atreve a autorreferenciarse, algo que solo podría permitírsele un escritor de su estatura y capacidad.
Con su acostumbrado estilo crudo y siempre comprometido con la realidad, que hace del análisis el verdadero hilo conductor de sus historias, Kundera parte de una pregunta que demanda una respuesta compleja: ¿estamos ante los últimos años de la novela?
A partir de ella, el también autor de La insoportable levedad del ser y El libro de la risa y el olvido convierte a la relatividad en aliada y casi alcahueta de la reflexión sin condescendencia. Con una meticulosa honestidad, aterriza conceptos antiguos pero eternos, con el objetivo de dejar en claro por qué la novela está lejos de haber agotado sus posibilidades como herramienta para diseccionar nuestra sociedad y seguir impactando en la cultura universal.
Para fundamentar su tesis recurre a diversos personajes. Por un lado, está el legendario Miguel de Cervantes Saavedra, a quien restituye como iniciador de la edad moderna para poner al novelista al nivel del filósofo. De esta forma, discurre sobre el afán del ser humano por entender y dominar su entorno, el cual lo ha llevado a una encrucijada de avance y decadencia, en la cual ahora, cual delirante Quijote incapaz de reconocer las capas de verdad en su universo, también está a expensas de los sistemas e instrumentos que se ha fabricado para alcanzar dicho fin.
Entre las páginas de El arte de la novela, también vemos transitar al espíritu kafkiano y el sesgo laberíntico despiadado que definen su estrujante imaginario, que expone lejos de los mitos y a través de ejemplos cuyo rigor enfatiza su irrefutable vigencia, reclamando el estatus de contundente y fatal sentencia con respecto a la condición humana más allá del tiempo.
Estas son solo algunas de las “confesiones”, como Kundera denomina a los textos que presenta en este libro-ensayo, entre las que también desfilan los nombres de Samuel Richardson, Honoré de Balzac, James Joyce, Marcel Proust, Thomas Mann y León Tolstoi, por mencionar algunos.
Mientras te encuentras con estas plumas, Kundera plantea los argumentos que dan fe de cómo dichos autores diseccionaron temas existencialistas, a través de los pasajes hilvanados en sus textos y que validaban su postura con respecto a la dimensión y trascendencia, según los criterios europeos, de la forma literaria a la que alude El arte de la novela (libro publicado por Tusquets y que, por cierto, presume nueva edición).
Una propuesta impresa tan seductora y reveladora que se vuelve no solo un indispensable para los seguidores del también dramaturgo y poeta checo Milan Kundera —El arte de la novela incluye además un glosario con los rasgos distintivos de su obra—, sino también una segura y enriquecedora sorpresa para aquellos no iniciados en ella y que tengan la disposición para enfrentarla.
Y es que si algo es cierto es que El arte de la novela también constituye un reto para el lector, quien se verá empujado a confrontar sus mecanismos de interpretación.