Denominado como uno de los más grandes innovadores de la novela gráfica, entre sus múltiples creaciones y reinterpretaciones el británico Alan Moore (From Hell, Watchmen) entregó a fines del siglo pasado un extravagante universo con aires victorianos y guiños al steampunk donde, entre paisajes urbanos y artefactos retro futuristas, conviven legendarios aventureros pertenecientes a la literatura de fantasía, terror y ciencia ficción clásica: The League of Extraordinary Gentlemen, un insólito equipo integrado, entre otros, por Mina Harker (de Drácula), Allan Quatermain (de Las minas del rey Salomón), Hawley Griffin (de El hombre invisible), el Doctor Jekyll (de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde) y el Capitán Nemo (de Veinte mil leguas de viaje submarino).
A dicha casta pertenece la poderosa figura que protagoniza Nemo, Janni Dakkar; digna heredera y continuadora del legado del Capitán (es su hija), a pesar de que sus travesías en el mítico Nautilus están ambientadas en la primera mitad del siglo pasado, es un modelo de personaje adelantado a su tiempo en cuanto a roles de género, y por lo mismo muy conveniente para nuestra época. También conocida como la princesa Dakkar, se presenta como dueña absoluta de la escena, en lo más alto de las jerarquías sociales y militares a pesar de estar rodeada por truhanes guerreros en el entorno cargado de testosterona y violencia de la segunda guerra mundial, donde las monarquías y la cultura del saqueo arqueológico naval dan pie a constantes choques.
Desde el primero de sus lances (“Corazón de hielo”) vemos que Dakkar, tras su fachada de frialdad, manifiesta el carácter de una líder tan fascinante como imperfecta: así como carga con el peso de las hazañas de un padre a veces distante y despiadado, tiene que asumir la responsabilidad de sus impulsos arrogantes, aprender a vivir con sus demonios y fantasmas —a veces literalmente—, y lidiar con la culpa. Por ejemplo, después de perpetrar una masacre se interna en el continente más frío e inhóspito del orbe para plantarle cara a deformes criaturas árticas y comunidades tribales, además de enfrentarse a perturbadoras visiones alimentadas por los horrores interdimensionales del legendario Lovecraft y enloquecedores bucles mentales mientras va enterrando bajo el hielo a compañeros y viejos amigos.
Como es propio de Alan Moore, en Nemo el contexto histórico impregna la evolución a sangre y espada de la que es también reina de una nación pirata, la cual, más allá de la naturaleza criminal de sus habitantes, se sostiene sobre los principios de lealtad y colaboración mutua. De esto último somos testigos gracias a las partes tituladas «Las rosas de Berlín» y «Río de fantasmas», que van sobre inesperadas aberraciones mecánicas en urbes de pesadilla donde deambulan peculiares reinterpretaciones de clásicos fílmicos como El gabinete del Doctor Caligari (1920) y El doctor Mabuse (1922), y encontramos territorios de exotismo tropical y fauna prehistórica.
Sin embargo, en estas andanzas de la encarnación femenina de Nemo no faltan argumentaciones contra el servilismo, las cuestionables estrategias militares, las escabrosas implicaciones de los matrimonios arreglados, las agresiones verbales xenófobas, el propagandismo y oscuras organizaciones políticas.
A modo de crónicas y entrevistas realizadas por una columnista ficticia, dos geniales escritos redondean los hechos con irreverencia y muchos apuntes a la cultura pop como si se tratara de realidades —digamos, la muerte de King Kong o el eco de la existencia del mismísimo Godzilla— al más puro estilo del periodismo tradicional deslumbrado por el glamour clásico y provisto de cierta desfachatez trasnochada.
Recién lanzada por Planeta Cómics como un solo volumen recopilatorio, Nemo (integral), de Alan Moore y el artista Kevin O’Neill, quien hace una réplica adecuada con ilustraciones de trazos que, como grietas, se extienden y forman siluetas anguladas, es una fascinante ucronía con el tipo de roles que el entretenimiento actual exige, y que bien podría ser adaptada a la pantalla grande en cualquier momento.