Tras la victoria del golpista Francisco Franco en España y luego de haber salvado la vida a un republicano, un médico se convierte en el infiltrado de una organización que busca desarticular los intentos de una agrupación clandestina dedicada a ayudar a líderes nazis a huir de Alemania: tal es el punto de partida de una de las obras más emblemáticas de Almudena Grandes, Los pacientes del doctor García, cuya reciente adaptación ilustrada es mucho más que una invitación a revisitar y confrontar uno de los más oscuros y largos periodos de totalitarismo.
La novela gráfica Los pacientes del doctor García es un punto de encuentro artístico que enriquece la obra original; mientras envuelve con sugestivas secuencias que exponen al ser humano aferrándose a mantener lo poco que aún le permite considerarse una buena persona ante el despojo y la incertidumbre social, detona nuevas interpretaciones respecto de aquel entorno y su política despiadada, lo que refuerza y le otorga vigencia mediática la producción de Televisión Española apenas estrenada y que en forma de serie lleva el relato a la pantalla chica (esperemos verla pronto en México).
Más allá del necesario ejercicio revisionista, esta versión de Los pacientes del doctor García no podría ser más afortunada y satisfactoria porque supone un encuentro afable entre el estilo narrativo de la multigalardonada Almudena Grandes, experta en retomar y hurgar en periodos históricos —como dan fe Inés y la alegría, El lector de Julio Verne, Las tres bodas de Manolita y La madre de Frankenstein—, y el italiano Claudio Stassi, quien se ha especializado en adaptar títulos literarios al mundo de las viñetas, como la desoladora Nada de Carmen Laforet y la sórdida La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza.
De entrada, decimos esto por la forma tan natural en la cual, evitando cualquier alarde gráfico o efecto visual, se da la conexión del texto con el estilo general, definido por trazos granulados; estas líneas le otorgan a la historia una recalcitrante humanidad al hacer notable el pulso del artista. A la par, los colores asurados en algunos pasajes se recargan en tonos fantasmales de gris para reflejar la opresión, intensificándose en aquellos cuadros donde la intriga se retuerce. Por otra parte, la sangre y los actos de violencia hacen acto de presencia en cuadros a página completa.
Adicionalmente tenemos estilizados cambios en el armado de las secuencias, que por momentos simulan piezas de rompecabezas, aunados a transiciones acompañadas de puntuales detalles con piezas de ajedrez, icónico juego que con sus peones y alfiles tiene una función dramática dentro de la ficción; metáforas que reflejan lo truculento de la trama y la psique de los protagonistas, fracturada por la angustia o dominada por la frialdad de la supervivencia. Otro tanto ocurre con las visiones pesadillescas que fugazmente deforman la realidad para proyectar a seres atormentados por la guerra, así como agregados en globos de diálogo que materializan los olores y sabores de lo que se consume en restaurantes entre charlas de diplomacia podrida, y recetas completas de algunos platillos que, así como por momentos refuerzan el contexto, también apuntan a ironías.
Finalmente hay que destacar el lacónico manejo de la gestualidad que empuja a mirar el corazón y el espíritu de los protagonistas, cuyos sacrificios como padres, amantes, amigos y ciudadanos acorralados al lado de monstruos genocidas, incluyen la pérdida de su identidad y se entrelazan con las manipulaciones a las que llegan a recurrir con tal de conseguir lo que creen correcto, aunque los haga ir contra sus principios.
Sin duda, la versión de Claudio Stassi de Los pacientes del doctor García, publicada por Planeta Cómics, supone una revitalización que va de ida y vuelta con la obra original de Almudena Grandes, bella y devastadora.