Fahrenheit 451: La novela gráfica revitaliza una obra maestra

Fahrenheit 451: La novela gráfica revitaliza una obra maestra

En Fahrenheit 451 —novela del legendario escritor estadounidense Ray Bradbury publicada en 1953 y cuyo título se refiere a la temperatura a la que el papel se consume por sí solo— encontramos un futuro donde, en lugar de apagar incendios, los bomberos se dedican a quemar los libros como una forma de control social normalizada: una desoladora metáfora acerca del afán de los gobiernos por mantener a raya la información que empuja al cuestionamiento, pero sobre todo por acallar las emociones que avivan la reflexión.

Sin duda es este un poderoso discurso dentro de una historia distópica considerada una obra maestra de la ciencia ficción, y por lo mismo ha sido adaptada en múltiples ocasiones a distintos medios, incluidas versiones para el cine y la pantalla chica como la realizada del célebre director francés François Truffaut en 1966 o la protagonizada por el astro estadounidense Michael B. Jordan en 2018, antecedentes de la que nos ocupa y que proviene del mundo de los cómics. 

Se trata de una novela gráfica donde Víctor Santos, talentoso artista español nominado a los premios Eisner, hace valer el poder de la síntesis con siluetas que emergen de fondos en colores sólidos que dan una enrarecida sensación de orden y distanciamiento; son tan seductoras como inquietantes las secuencias iniciales que evocan el pasado y dan pie a preguntas sobre la felicidad. Encontramos rostros que se resquebrajan entre las sombras y por instantes lucen atrapados en los marcos de las viñetas, representando de forma abrumadora la opresión del régimen, y tras una febril sucesión de pequeños planos a detalle que estiran la tensión alimentada por la paranoia y el temor a la denuncia de vecinos y compañeros de trabajo casi convertidos en visores espías sin identidad, todo explota en ilustraciones demenciales de persecuciones salvajes a página completa o doble. 

Los escenarios con sombras de artefactos o calles, casas y edificios que se alargan impasibles resultan laberintos incompletos, aludiendo así a un espíritu kafkiano que enfatiza la orfandad del hombre ante su propio sistema; el alcance de la tecnología futurista, salvo cuando las despiadadas bestias mecánicas entran en acción, la mayoría de las veces solo se implica y resulta aún más terrorífico aquello que no se ve por completo. Reciben dramático protagonismo las voraces llamaradas que, así como son el arma contundente, también sirven como herramienta de revancha y liberación.

Las pocas escenas en que la luz deja al descubierto parajes abiertos en tonos vibrantes están reservadas para los momentos en que el protagonista resignifica su existencia como fuente de actos maravillosos que impactan en el universo y, ante la naturaleza autodestructiva de una civilización que incinera su memoria y arte impreso, asume su propósito como acervo viviente de ellos, con su mente como esperanzador refugio. La trama sobre este hombre cuya vida dedicada a incinerar bibliotecas clandestinas cambia drásticamente no pierde un ápice del ímpetu atormentado que empuja a la narración de la melancolía y el hastío, pasando por la incertidumbre y el frenesí, hasta llegar a la desesperación y el desencanto, haciendo apuntes en el camino sobre el totalitarismo, el impacto mediático y el paso de la existencia.

Esta adaptación del también responsable de Rashomon —una historia de detectives ubicada en el Japón medieval— ofrece una visión conceptual y desoladora que añade significado al clásico original más allá del falso dilema entre «libro o película», pues es más que conocido y su impacto perdura hasta hoy en nuestras nociones culturales, sobre todo cuando la quema de libros continúa como censura o rasgo fascista. La edición para México de Planeta Cómic, en pasta blanda y tamaño media carta, fue concebida con la adición de bocetos y diseños de personajes que dejan al descubierto el desarrollo creativo de Santos, una nueva constante para entender mejor lo que implica hacer cómic de autor incluso en la era de la inteligencia artificial.

Fahrenheit 451 (novela gráfica), de Victor Santos

Victor Santos

Victor Santos

Creador o co-creador de novelas gráficas como Filthy Rich, Rashomon, Bad Girls, Against Hope o Violent Love y nominado al Eisner y al Harvey. Ha colaborado con compañías como Netflix, Fnac, Porsche, la compañía de juegos Corvus Belli o artistas como Deadmau5. Su cuadrilogía Polar, publicada por Dark Horse, ha sido adaptada como una producción original de Netflix con Mads Mikkelsen y Vanessa Hudgens, mientras que los derechos de otros de sus trabajos han sido comprados y se encuentran en diferentes estados de desarrollo. Actualmente trabaja en nuevos y diferentes proyectos de creación propia para medios como el cómic, la TV y el cine.

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