Así creamos monstruos, los alimentamos y hacemos crecer

Así creamos monstruos, los alimentamos y hacemos crecer

Las criaturas con características insólitas y muchas veces aterradoras son parte de uno de los conceptos más arraigados dentro de la imaginería popular, y tan antiguo como la civilización misma. Surgido de supuestos avistamientos, que a lo largo de los años han redundado en notas y reportajes, novelas, películas, series, cómics y toda clase de piezas dentro del mundo del entretenimiento, sigue generando interminables discusiones sobre su posible veracidad.

 Es precisamente en ese sentido que cobra una enorme valía este libro titulado Así creamos monstruos, pues en lugar de concentrarse en demostrar o desmentir la existencia de dichos seres, alineándose con un estéril choque entre la ciencia, los mitos y las leyendas —lo cual de cualquier manera se da como una consecuencia lógica—, Ignacio Cabria desarrolla un fascinante recorrido por el proceso a través del cual surgen estas creencias y se retroalimentan para reinventarse como algo satisfactorio, una herramienta social y un reflejo del comportamiento del ser humano, con sus temores, inseguridades y necesidades, así como de la convivencia y su relación con el entorno. 

Porque no se trata de un simple ejercicio de criptozoología, sino de un minucioso y al mismo tiempo analítico recuento de mapeos, registros y testimonios recabados por sacerdotes con espíritu de historiadores e investigadores, montañistas, exploradores, reporteros, científicos y divulgadores, producto de incursiones individuales y expediciones grupales, a veces impulsadas por intereses económicos o hasta por fuerzas ideológicas como el nazismo, acompañados de una selección de fragmentos de la mitología vertida en papel y que va de la griega a la escandinava, la budista y la cosmogonía indígena.  Es a partir de ello que en cada página se va rastreando el origen y las características de las distintas criaturas, ofreciendo un panorama completo que permite entender su naturaleza, el sentido y el efecto que tienen de acuerdo al tiempo, el contexto y el porqué de la tendencia de la gente a creer en ellas.

Así nos encontramos con la temible y misteriosa figura del Kraken, cuya concepción está íntimamente ligada con el folclore escandinavo y el naturalismo alterado por la visión limitada de un mundo aún incomunicado, y que incluso fue aprovechada para convertirla, junto con el pulpo gigante y la serpiente marina —que aquí tienen su respectivo espacio—, en una advertencia hacia las invasiones y un vehículo para dar lecciones moralistas, así como en la representación de fuerzas malignas y prejuicios religiosos dentro de un proceso que el autor disecciona a detalle.   Por supuesto, también tenemos al popular plesosaurio supuesto habitante del lago Ness, al cual podría considerarse el rock star de los monstruos y la más grande mentira entre ellos, pues se convierte en el mejor ejemplo de los afanes comerciales mezclados con la necesidad turística de esa zona de Escocia, la influencia del entusiasmo por los dinosaurios que se vivía en un tiempo marcado por los descubrimientos paleontológicos y la manipulación mediática.

Un fenómeno que, además, se replicaría en otras regiones.   Del mismo modo, aquí también se esclarece la importancia del impacto periodístico para que la proyección de la etiqueta del “salvaje” y la “monstruosidad” —propia de los pueblos antiguos, alimentada por el miedo a la otredad y que funcionaba como herramienta de estigmatización y exclusión— se unieran a las leyendas indígenas para traspasar los límites de lo ancestral hasta llegar a la era moderna, dando origen a mitos como el de Yeti, que saltaría del Himalaya a la escena internacional hasta alcanzar en los sesenta el estatus de prototipo de la bestia antropomórfica, igual que el Sasquatch, el Bigfoot y sus variantes, ambos producto de la penetración cultural norteamericana y su dominio mediático a finales del siglo pasado.

Todo ello clasificado en tres grandes categorías: criaturas marinas, homínidos y leyendas contemporáneas, subdividas según el enfoque y su importancia histórica, con insertos de biografías de los involucrados, notas de periódicos y fragmentos de libros. Una estructura clara y dinámica por la que desfilan desde sirenas, tritones y cinocéfalos, hasta cíclopes y hombres-mono, poniendo a su altura en cuanto a trascendencia cultural mitos urbanos como el Diablo de Jersey, cuyo impacto da cuenta de lo que se podría considerar un antecedente de las fake news, o el insólito Chupacabras, con todo y su carga idiosincrática latina, cuya fama explotó de la mano de la emergente internet, hasta ponerlo muy cerca del nivel de popularidad de los ya mencionados Nessie y Bigfoot. 

Pero lo mejor en Así creamos monstruos es que el cúmulo de información tiene un afán por concretizar teorías y explicaciones, evitando tecnicismos innecesarios y siempre priorizando los vínculos entre la visión científica pasada y la presente, y la retroalimentación con los mitos  y la ficción, mediante las referencias a obras literarias como Los trabajadores del mar, de Victor Hugo, o Veinte mil leguas de viaje submarino, de Jules Verne, películas como The Legend of Boggie Creek y King Kong, series tipo In search of, que presentaba el icónico actor de ciencia ficción Leonard Nimoy, e historietas clásicas tipo Tintín. 

Es por ello que resulta sumamente sencillo conectar esta lectura con la actual cultura popular y su imaginería plagada de interpretaciones que van de la melancolía y la extravagancia de las producciones de directores como Tim Burton y Guillermo del Toro, a sangrientas interpretaciones como el anime Attack on Titans y sus enormes devoradores de hombres, o el colorido propio del Universo Marvel de ida y vuelta entre los cómics, las series y la pantalla grande, con sus especies subterráneas, mundos dimensionales, planetas vivientes y colosos cósmicos.   Mención aparte merecen varios de los remates de los capítulos de Así creamos monstruos, publicado por Grupo Planeta, que van cargados de una clara nostalgia por el romanticismo de dejarse sorprender con la búsqueda de lo inexplorado y la explicación de lo inexplicable.  

Así creamos monstruos, de Ignacio Cabria

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