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1984 de George Orwell, viñetas que lo ven todo

1984 de George Orwell, viñetas que lo ven todo

Más allá del impacto de sus pasajes acerca de mundos extraordinarios, sobre reveladores viajes en el tiempo, operísticas travesías espaciales, fantásticas inmersiones marinas e incursiones dimensionales, lo que define a la ciencia ficción clásica y hace indeleble su huella en la cultura popular es que siempre suele acompañar sus planteamientos extraordinarios con algún discurso crítico o reflexivo, ya sea de carácter social o filosófico.  

A esa vena pertenece la novela 1984 de George Orwell. Aquí el autor nos instala en un mundo futurista en el que la historia se reescribe según la conveniencia del Estado, están prohibidos los sentimentalismos y todos son vigilados por lo que denominan como el Gran Hermano: aquellos que transgreden el control pueden llegar a desaparecer sin dejar rastro alguno de su existencia.  

Así, 1984 es una elaborada distopía política, fiel reflejo del desencanto, el dolor y la paranoia durante la posguerra —recordemos que apareció en 1949— y una brutal advertencia al mundo sobre los alcances del totalitarismo. 

La influencia de esta obra es más que reconocida y ha sido retomada en diferentes expresiones artísticas. En el cine tiene varias adaptaciones, entre ellas una estrenada oportunamente en 1984, dirigida por Michael Radford. También en la música: por ejemplo, ¿sabías que la canción “2 + 2 = 5” de Radiohead está basada en este libro? Incluso la propia literatura la ha referido y 1Q84 de Haruki Murakami es una muestra de esto.  

Por supuesto que el mundo de las viñetas no ha sido la excepción tratándose de rendir tributo a 1984. En esa línea encontramos la adaptación a novela gráfica de Jean-Christophe Derrien y Rémi Torregrossa, que hoy llega a México bajo el sello de Planeta Cómic. Esta representación es interesante no solo porque refrenda la abrumadora y escalofriante vigencia del escrito de Orwell, sino porque es capaz de detonar nuevas y perturbadoras lecturas.  

En la novela gráfica 1984, la tinta, que se escurre en escenarios de despiadada geometría, da forma a las atormentadas figuras de personajes consumidos por la falta de individualidad y les dota de un resabio de carácter para otorgarles un mínimo de identidad.  

Al mismo tiempo, entre la sobriedad del armado de las secuencias se materializan los trastornos de ansiedad y sociopatía, producto de la pérdida de la privacidad —en este caso implantada por un régimen dictatorial— y que irónicamente empujan al lector a enfrentar la verdad de que en la actualidad esa situación no solo se ha normalizado, sino que se asume por propia voluntad y gusto, porque si bien decimos que el Gran Hermano es una representación de la amenaza que tanto se temía durante la segunda mitad del siglo XX, hoy podríamos considerar que después de décadas de extender su sombra, incluso dentro del entretenimiento —haciéndose eco en formatos televisivos y de internet como los reality shows—, ese concepto se ha superado a sí mismo. La mirada del Big Brother ya no necesita imponerse: llega con toda la naturalidad del mundo e incluso la invitamos a entrar a lo más íntimo de nuestras vidas. Claro que ahora se ha diversificado y lleva otros nombres, dígase las redes sociales.  

Pero eso no es todo; dentro del lenguaje propio de la novela gráfica, hay sutilezas en 1984 que gradualmente se vuelven trascendentales y sugestivas, entre ellas los pequeños agregados de color en acciones u objetos que salen de lo rutinario de la ficción y luego estallan en viñetas a página completa rompiendo el patrón en blanco y negro, como si se tratara de espasmos de la convulsa humanidad que aún le queda a la pareja protagonista.  

Podríamos conectar dichas escenas con aquellos momentos en que, dentro de nuestra propia cotidianidad, tomamos un respiro del uso de los dispositivos electrónicos para permitimos volver a ver la realidad con nuestros propios ojos: ¿recuerdas la última vez que no sacaste el celular mientras estabas en un concierto, por ejemplo?  

Pero estos son solo algunos de los aspectos que empujan a agudos paralelismos, y que hacen sumamente atractiva la revisión de este trabajo de síntesis y reinterpretación gráfica realizado por el guionista Jean-Christophe Derrien y el artista Rémi Torregrossa.  

Un atributo extra de esta versión de 1984 es que, así como no arruina la experiencia de una posterior lectura del texto original por parte de quienes no se habían acercado a él, resulta sumamente satisfactorio para quienes ya han leído (y releído) la obra de Orwell, pues encontrarán algo más que una simple ilustración de ella.

Picture of George Orwell

George Orwell

Eric Arthur Blair, más conocido por su seudónimo George Orwell, nació en India, estudió en Eton College y prestó sus servicios en la Policía Imperial. Estuvo destinado en Birmania de 1922 a 1927. Vivió varios años en la pobreza, primero en París y más tarde en Londres. Como resultado de esta experiencia escribió Sin blanca en París y Londres (1933), donde relata las sórdidas condiciones de vida de las personas sin hogar. Días en Birmania (1934), un feroz ataque contra el imperialismo, es también, en gran medida, una obra autobiográfica. En 1936 Orwell luchó en el ejército republicano durante la Guerra Civil española. El autor describe su experiencia en Homenaje a Catalunya (1938), uno de los relatos más conmovedores escritos sobre esta guerra y en el que se hace responsable al Partido Comunista Español y a la Unión Soviética del triunfo de la Falange. El camino a Wigan Pier (1937), es una crónica desgarradora sobre la vida de los mineros sin trabajo en el norte de Inglaterra. Su condena de la sociedad totalitaria queda brillantemente plasmada en una fábula, Rebelión en la granja (1945), basada en la traición de Stalin a la Revolución Rusa, así como en la novela 1984 (1949). Esta última ofrece una descripción aterradora de la vida bajo la vigilancia constante del Gran Hermano. Cabe citar entre otros escritos, la novela Que vuele la aspidistra (1936) y Disparando al elefante y otros ensayos (1950), ambas consideradas modelos de prosa descriptiva, y Así fueron las alegrías (1953), un recuerdo de sus difíciles años de estudiante.

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