Todas las familias guardan secretos, algunos son tan oscuros que lo destruyen todo, bien lento, en completo silencio, por dentro, hasta las propias convicciones.
¿Cómo hablar de lo ominoso, de los vínculos, de la distancia, de la tierra natal como una quimera lejana, desconocida y vital? ¿Cómo hablar de la culpa heredada, del pecado como algo original, irreversible? ¿Cómo se llega a la obediencia ciega, sin dobleces? ¿Hasta dónde el silencio nos hace cómplices, culpables por omisión? El narrador advierte: “Aquí cada quién se salva como puede”,pero entre tantos puntos de vista, construcciones y perspectivas, atestiguamos un mundo en el que nadie se salva solo.
Ciertas veces, quedar bien parados luego de la desgracia es complicado, aún peor cuando el mal se esconde donde nunca nos atreveremos a buscar.
Y líbranos del mal es una novela de búsqueda, construida con una estética minimalista a partir de fragmentos y flashbacks. Es sombría, lúgubre, se descubre por medio de capas, como prendas de invierno, las más profundas huelen diferente.
Y líbranos del mal es una novela de búsqueda, construida con una estética minimalista a partir de fragmentos y flashbacks. Es sombría, lúgubre, se descubre por medio de capas, como prendas de invierno, las más profundas, las que huelen diferente.
Con un impecable manejo de los hilos de la tensión narrativa, la novela va desgarrando capas de su trama. Puede que por momentos sean apenas transparencias, pero otras son pesadas como puertas de catedral con cerraduras en mal estado. Se descubren, entonces, más engranajes de la pluma de Rocangliolo, quien trabaja con profesión arraigada de thriller: te lleva, te atrapa, te horroriza.
Que la distancia acalle y la cercanía amplifique.
Es un goce a veces incómodo, mal habido y sincero: nunca el abuso, el destierro y la culpa resultan digeribles, pero vale la pena entrar a este mundo despiadado, que supone una seria ruptura de los valores que quieren imponerse desde la cultura católica. Ahí gana peso el título de la obra: Y líbranos del mal. Un mal que aqueja desde hace siglos, desde una conquista hasta el presente.
Roncagliolo nos presenta a una familia peruana católica y practicante, que vive una feliz vida de clase media en los Estados Unidos, que disfruta los placeres de la abundancia, para hablar, también, de la distancia, de lo lejos que se puede llegar para negar el pasado, de la imposibilidad de liberarse cuando cualquier intento de redención requiere el perdón del padre, al que no se puede nombrar.
He aquí uno de los aciertos: que la distancia acalle y la cercanía amplifique. La memoria es una bomba de tiempo que no se desactiva jamás. Afirmación que ya anuncia un desarrollo inquietante, nos despierta, nos aclara a qué estamos dispuestos a adentrarnos. Y líbranos del mal es un thriller que, bien podría decirse, no es de terror, pero sin duda aterroriza. Sobre todo, por la serenidad que tiene la gente al ver como algo cotidiano los abusos de poder de la iglesia católica a través de los siglos y restarles importancia.
Jimmy debe viajar a Lima cuando recibe la noticia, en medio de una tarde de ensueño familiar pequeñoburgués, de que su abuela paterna está enferma. Jimmy no quiere viajar a Perú bajo ninguna circunstancia, teme mal encontrarse con algo que late profundo y puede cambiarle la existencia.
El viaje iniciático para cuidar a su abuela tiene, en algunas líneas, la frescura de una route movie hacia el infierno. Y líbranos del mal, con acertados flashbacks que descorren el velo de lo que quedó en la tierra de la que se intentó borrar hasta la lengua, nos devela el pulso firme de un novelista que sabe contar una historia, aunque el entramado de relatos salpicados de mentiras no sea precisamente, en palabras del propio Jimmy/James Carlos Verástegui, “una historia en el sentido estricto del término”.