Una obra maestra suele tomarse su tiempo para desarrollarse y transita por caminos muy particulares. Pechos y huevos, de la escritora japonesa Mieko Kawakami, no es la excepción.
El trayecto de la novela, que ha cautivado a autores como de Haruki Murakami y de Elena Ferrante, inició en 2008. Ese año, una editorial japonesa publicó la primera parte de esa historia, cuando la llamaron Chichi To Ran. Más tarde, en 2013, la editora Maria Luisa Samaranch la publicó en España con el nombre Pechos y huevos. Unos años después, en 2019, y motivada por su propia experiencia como madre, la autora retomó esta novela agregándole a sus personajes todo un planteamiento sobre la maternidad y la reproducción artificial.
La gestación de 10 años y la inclusión del nuevo tema dio como resultado la historia de tres integrantes de una misma familia. Así, Kawakami aprovecha sus páginas para hablar, entre otras cosas, de la relación que las mujeres tienen con su cuerpo; un vínculo algo ríspido, resultado de vivir en una sociedad que desde siempre nos dice cómo deberíamos vernos o cómo podríamos convertirnos en eso que deberíamos ser y no somos.
Desde pequeñas somos bombardeadas con imágenes sobre cómo deberíamos vernos o cómo podríamos convertirnos en eso que deberíamos ser y no somos.
“¿Qué cuerpo era el que yo imaginaba? Era el cuerpo de las mujeres que salían en aquellas revistas de fotos, lo que se entiende sin más por un cuerpo provocativo, un cuerpo que evoca fantasías sexuales (…) creía que todas las mujeres, al convertirse en adultas, eran de aquella forma. Pero mi cuerpo no se convirtió en nada de este género”, es una de las frases del libro que mejor explican lo anterior.
Todo comienza cuando Makiko viaja a Tokio para visitar a su hermana, Natsu, y consultarle de una cirugía que desea hacerse para aumentar el tamaño de sus pechos. Eventualmente, Natsu comenzará a sentir el deseo de convertirse en madre; mientras que Makiko tiene una hija adolescente con quien no tiene la mejor comunicación y que está preocupada por todos los cambios que su cuerpo está experimentando.
Descubres las historias de las tres mujeres por medio de una narrativa íntima y accesible, como si una amiga nos estuviese contando sus confesiones. El tono tan personal de la narradora nos retrotrae a libros como La campana de cristal o incluso al ya clásico Mujercitas: personajes femeninos fuertes, independientes y profundamente introspectivos. Con Mujercitas, Pechos y huevos comparte, además, las grandes referencias al proceso creativo de la escritura; ¿hubieran sido amigas Jo March y Natsu?
Descubres las historias de las tres mujeres por medio de una narrativa íntima y accesible, como si una amiga nos estuviese contando sus confesiones.
Las vivencias de los tres personajes tienen en común algo más que los lazos familiares. Todas ellas deben adaptarse a un mundo que, ya desde chicas, las expulsa por pobres o por mujeres.
Durante toda la novela los personajes cruzarán las vivencias de su infancia con la pobreza, la relación con sus cuerpos y la ausencia de una figura paterna: Makiko y Natsu fueron abandonadas por su padre; Makiko es la única responsable de la ciranza de Midoriko; y Natsu quiere convertirse en madre sin tener algún vínculo con un hombre -una situación tan inhabitual en Japón, que es ilegal que una mujer soltera recurra a la inseminación artificial.
Pechos y huevos es una novela incómoda, por momentos con cierto grado de ternura, pero que en general nos deja llenos de preguntas existenciales. Al terminarla sabemos que las grandes cosas de la vida, las realmente importantes, son iguales aquí, en Japón y en todos los rincones del mundo. Esa certeza, al fin y al cabo, nos hace sentirnos menos solos en este mundo que sí, efectivamente, se desmorona.