Mira a esa chica: el desgarrador relato de un abuso 

Mira a esa chica: el desgarrador relato de un abuso 

El amor es líquido e intransferible. Desgastante. Así lo vive Miriam Dougan, que con 18 años cree que para gustarle a los hombres tiene que ser “fácil”. Porque así lo pensó toda su vida y así se lo remarcaron sus compañeras en el colegio, de talla XS. Aquellas que le dedicaron no solo miradas lacerantes, sino también los peores adjetivos que Miriam escuchó jamás. 

Unos kilos de más parecen ser los culpables de todas sus desgracias. Debido a esto, por momentos Miriam oculta su cuerpo en una piscina frente a los hombres, por otros, elige usar prendas con menos tela y exponerse a la brutalidad. 

El anhelo de toda adolescente es ese: ser amada. Que una persona te busque no para una noche, sino para ir a almorzar el domingo con sus padres. Que su mirada te ponga en un pedestal del cual resulte imposible bajarse. Unas palabras cargadas de cariño, un abrazo, un paseo por la avenida principal del pueblo, ver un atardecer. Pero nada de eso existe en esta ficción —ni en varios escenarios de la realidad— para las chicas como Miriam Dougan, que crecen sintiendo que no merecen tales muestras de afecto a causa de su complexión. 

Si Miriam finalmente capta la mirada de los chicos del instituto, no es por su atuendo, sino por su condición de “fácil”. La joven, incentivada por su entorno, los medios de comunicación y hasta por su madre, naturaliza el acoso porque asume que no puede conseguir algo mejor, que no lo merece. Recibe a diario comentarios sobre sus senos, le dicen explícitamente las cosas que le harían, y ella percibe todo eso como un halago y no como lo que realmente es: acoso.

No se puede esperar mucho más de una sociedad excesivamente machista, en la que las mujeres siempre se encuentran en el ojo de la tormenta, y tomar una copa de más o confiar en el hombre equivocado conlleva un castigo y el repudio público, sostenido en el tiempo.

Con la sangre en primer plano, así comienza Mira a esa chica, la novela ganadora del Premio Tusquets 2022. La ópera prima de Cristina Araújo Gámir retrata la decadencia de una sociedad consumida por la soberbia. Un aporte sumamente valioso a la literatura contemporánea, que narra la agonía que sufren miles de chicas y que los transeúntes deciden ignorar y criticar: “Mira a esa chica, seguro está drogada o alcoholizada, ve a saber dónde ha pasado la noche”. 

Un suceso que persiste una y otra vez en la mente de la víctima, quien se culpa hasta niveles enfermizos por lo que le pasó. Un ir y venir a través del tiempo con pensamientos corrosivos, como “¿y si no me hubiera ido con ellos?”, “¿y si hubiera hecho algo distinto?”, “¿y si no me hubiera puesto una camiseta escotada?”, “¿y si hubiera dicho que no?”. 

Pero no se puede esperar mucho más de una sociedad excesivamente machista, en la que las mujeres siempre se encuentran en el ojo de la tormenta, y tomar una copa de más o confiar en el hombre equivocado conlleva un castigo y el repudio público, sostenido en el tiempo. 

Miriam, personaje central de Mira a esa chica, aspira a encontrar el amor y a ser deseada por su esencia, no por su cuerpo. Un día, en esa retahíla de intentos fallidos, descarga Tinder, sin saber que ello le traería una desgracia que la marcaría de por vida.

Un día, en esa retahíla de intentos fallidos, descarga Tinder, sin saber que ello le traería una desgracia que la marcaría de por vida.

Un hombre esbelto, alto, atlético y musculoso, que jamás en la vida se fijaría en alguien como Miriam, ni aunque fuera la cajera que le cobra en un supermercado. Así lo describen sus compañeras del colegio. Con una bestialidad inusitada. Un odio para el cual nunca existió un motivo, pero sí un dedo acusador: Miriam es gorda, no puede aspirar a salir con alguien así. Se lo han dicho tantas veces que ella termina por creérselo. 

Una noche es lo que basta para destruir una vida.

Una noche es lo que basta para destruir una vida. Segundos, minutos, horas. El tiempo parece ser el único que corre, porque a Miriam se le paraliza hasta el último pensamiento. Unos zapatos de una chica que nunca nadie quiso habitar. Una sensación que prende fuego la autoestima, que la tritura. 

Una novela desgarradora que expone a la sociedad patriarcal. Un relato que narra el acoso que vive una mujer no solo por parte de los hombres, sino también de otras mujeres, sus pares. En la que cada mínimo movimiento se juzga en un tribunal que quiere ver sangre: si te defendiste, ¿no fue mucho? Si no lo hiciste, ¿por qué? Porque te gustaba, porque lo querías. 

Miradas, insultos, murmuraciones y mensajes amenazantes. A eso se enfrenta una víctima de abuso cuando decide denunciar a su agresor o a sus agresores. Un juicio. Escarnio público. Estar en boca de todo un país que decide si eres culpable o no de tu violación. El cuerpo como un balón de fútbol que se empeñan en patear hasta quebrarlo. 

Mira a esa chica es eso, la descomposición paulatina de todo un pueblo, la expulsión del veneno y de la mugre que todos llevan dentro. Y también las pocas personas que pueden recoger los pedazos rotos de Miriam y hacer de su mente un lugar cálido y habitable. 

Mira a esa chica, de Cristina Araújo Gámir

Cristina Araujo Gamir

Cristina Araujo Gamir

Es licenciada en Filología Inglesa por la Universidad Complutense. Después de terminar la carrera, trabajó en un estudio de doblaje revisando traducciones de documentales para los canales Historia, National Geographic, Discovery Channel, BBC y Telemadrid. Escribe desde muy pequeña, y sus relatos han merecido varios premios y han sido publicados en revistas literarias como Archiletras. Desde 2011 vive en Frankfurt, donde retomó el hábito de la escritura. Mira a esa chica es su primera novela, con la que ha obtenido con brillantez el XVIII Premio Tusquets Editores.

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