La familia no siempre es perfecta; de hecho, la mayoría de las veces es sinónimo de dolores de cabeza. Aunque también es un núcleo generador de historias. La escritora Siri Hustvedt lo deja muy claro en Madres, padres y demás.
En este libro, la autora construye un híbrido entre narraciones (hay capítulos que incluso parecen cuentos) y reflexiones que se convierten en ensayos. En ese ir y venir de géneros, el común denominador es una familia nórdica, la de la propia Hustvedt, y esos apuntes se condimentan con melancolía, ocupación nazi y paisajes celestiales. De esta forma, la abuela, madre y hermanas de Hustvedt quedan unidas entre recuerdos y anécdotas que dan paso a apuntes que rozan la brillantez.
En algunas páginas, la también autora de El verano sin hombres y Recuerdos del futuro reflexiona sobre su familia actual, la que construyó al lado de Paul Auster, escritor con laureles varios. Hustvedt dedica un capítulo a desarrollar los inconvenientes producidos cuando comenzó su carrera literaria y sufrió las señalizaciones de una crítica voraz, que argumentaba sin fundamento que sus novelas habían sido escritas por su marido. Hustvedt desmiente la habladuría con calidad marcial, con la voraz perfección de una pluma implacable.
“Una peculiaridad de mi historia personal es que se me asignó desde la distancia un mentor que no es, no fue y no ha sido nunca mi mentor: mi marido. Yo soy la humilde alumna de esa fantasía que aparece con frecuencia en artículos, reseñas, ensayos y otros tipos de noticias literarias itinerantes, y entrevistas”.
Madres, padres y demás es también una obra de recopilación de textos que Siri Hustvedt escribió en los últimos años. Algunos capítulos ya habían sido publicados en libros y en diversos medios, y hasta fueron parte de algunas ponencias de la autora; otros pierden su carácter de inéditos en este título.
Por su forma, Madres padres y demás nos recuerda un poco al trabajo más reciente de Rosa Montero, El peligro de estar cuerda: con un tema particular como punto de ataque, ambas escritoras generan una investigación con cientos de recovecos intelectuales y periodísticos. Sin embargo, Madres, padres y demás está mucho más ligado a lo filosófico e interpretativo, a lo sensible y literario, que a lo periodístico.
“Los estados empáticos no son necesariamente beneficiosos para mí o para ti, pero el hecho de que existan es una prueba más de que los seres humanos somos animales sociales que dependemos de otros animales semejantes para convertirnos en nosotros mismos”.
El libro tiene la particularidad de que puede tener dos tipos de lectura. La primera es la lineal: el modo en que la autora eligió acomodar los capítulos y nos armó el camino que creyó conveniente. Pero también puede leerse con nuestra propia fórmula, saltando entre episodios sin ataduras.
Los títulos de los capítulos son interesantes y seguramente habrá algunos que te llamarán la atención más que otros. Entre nuestros preferidos están “Fantasmas mentores”, “Los estados de ánimo” y “El futuro de la literatura”. Pero también resuena fuerte “¿Qué quiere un hombre?”, un tratado sobre la misoginia y la opresión del patriarcado, que fusiona hechos históricos puntuales con reflexiones y pensamientos de la autora.
“Un libro con carácter fuerte y preciso, de esos que quedan siempre a mano para volver a leer.”
Madres, padres y demás es un libro repleto de verdades que deambulan por las cabezas de todos los mortales. Temas como la empatía, los sueños, la muerte, el miedo y la culpa se entremezclan con anécdotas sentidas y tan bien narradas que dan placer a la lectura, y en cada página sobrevienen reflexiones que nos obligan a detenernos, a pensar, a marcar sus hojas como el tiempo marca nuestra piel.
En Madres, padres y demás se trabaja por la noción de una familia literaria, se habla de mentores, de colegas, de sensaciones, de los muertos convertidos en fantasmas alucinatorios que nos visitan en las noches, de lazos entre alumno y profesor que rondan los fantasmas de lo familiar.
“Están los padres y las madres, pero también los padres que son más como madres, y las madres que son más como padres, al menos desde el punto de vista de los cánones literarios y de nuestras ideas sobre las madres y los padres, lo femenino y lo masculino”, escribe en algún punto Hustvedt.
Hustvedt también hace un hermoso y pequeño homenaje a la escritora Djuna Barnes, su mayor influencia. Despliega su pensamiento relacionado con las cicatrices psicológicas que dejan las palabras hirientes, reflexiona sobre los tatuajes cerebrales como sellos imborrables, palabras imposibles de olvidar.
Un libro con carácter fuerte y preciso, de esos que quedan siempre a mano para volver a leer. Una oda a la empatía.