Una joven criada dentro de una comunidad judía ortodoxa, en su segunda década de vida, compra un departamento para mudarse con su novio.
Existe algo distintivo en la idea anterior: una mujer judía ortodoxa pocas veces podría vivir dicha experiencia; sus tradiciones dictan un camino distinto. Lo mencionamos ahora porque este presupuesto sale a relucir en Todas nuestras maldiciones se cumplieron, el primer título de Tamara Tenenbaum, una ficción que le permite echar una mirada en retrospectiva hacia su propia vida.
Entre las páginas de este libro, que ahora regresa con una reedición de Seix Barral, Tenenbaum parte de un tema personal para abordar temas que podrían competer a cualquiera.
Huérfana de padre a los cinco años, la autora vivió en un matriarcado que, paradójicamente, le mostró el camino para salir del núcleo. Su padre murió en el atentado de 1994 contra la Asociación Mutual Israelita Argentina y, con la indemnización que recibió su madre, la suya se convirtió en una de las familias más ricas de la comunidad. Su madre, pediatra de profesión, aunque religiosa, orilló a sus tres hijas a que reflexionaran sobre lo que ella había vivido y las impulsó a buscar su libertad. La imagen masculina siempre estuvo desdibujada en su vida, pero fue eso lo que le permitió encontrar involuntariamente una salida de su tradición ortodoxa.
De acuerdo con lo que nos revela en Todas nuestras maldiciones se cumplieron, desde los 12 años Tamara Tenenbaum decidió no continuar su educación en escuelas religiosas. Eligió experimentar de propia mano, siempre cuestionándose —como cualquier persona que está descubriendo el mundo— en un tono inocente, y más inquieto que agitador.
Pero las reglas que moldean su religión y la forma en que ella y sus hermanas lograron esquivarlas inspiradas por su madre no son lo único que la autora desarrolla en su ópera prima. En Todas nuestras maldiciones se cumplieron, Tenenbaum profundiza en las creencias (de cualquier tipo), el amor, las relaciones en pareja, la educación, la maternidad y la división social.
Que una joven judía convertida en filósofa exteriorice sus reflexiones en un libro publicado en distintos países puede resultar algo insurrecto. No son simplemente cavilaciones propias de su posición: es una invitación a mirarse en el otro y una aproximación a una historia de vida desconocida para muchos. Consideraciones en las que creyentes, mayores, adolescentes, mujeres o personas de cualquier otro género pueden encontrarse.
La maternidad, por ejemplo, es un hecho que Tamara constantemente pone en el plano de la discusión, asimismo cualquier acto humano; se percibe ajena a sentimientos, pero se vale de la observación para acercarse a comprender a quienes la rodean.
Todas nuestras maldiciones se cumplieron es un libro que cuestiona, acompaña e invita a comprender la complejidad humana desde la naturaleza por encima de las creencias. Una historia personal que también es generacional.
A pesar de su desapego al judaísmo, Tenenbaum sabe que el yídish dicta que las maldiciones siempre están disfrazadas de algún deseo. Ella encontró liberación y claridad tiempo después de haber recibido dinero del Estado por la muerte de su padre. Una maldición que se cumplió para concretar sus necesidades. Salió a pelear por lo que instintivamente iba precisando, física y emocionalmente.
Todas nuestras maldiciones se cumplieron es un libro repleto de flashazos de su vida infantil hasta su temprana adultez, con la narración inconexa de momentos indispensables en la formación vital. Otra maldición que a Tenenbaum se le hizo realidad fue vivir con piojos hasta su madurez.