Los Espíritus de los Muertos: la poesía de Poe cruza el umbral del horror gráfico

Los Espíritus de los Muertos: la poesía de Poe cruza el umbral del horror gráfico

Aunque existen múltiples adaptaciones de los oscuros relatos cortos de Edgar Allan Poe al mundo de las viñetas, son muy pocos los artistas que se han atrevido a ir aún más lejos, al retomar también sus poemas para aprovechar las posibilidades intrínsecas, alejadas de la literalidad, que estos ofrecen.  

Uno de esos creadores es el dibujante y guionista Richard Corben, quien desde hace ya bastante tiempo se ha especializado en explorar la obra del también crítico y periodista estadounidense, publicando en revistas como Creepy y Eerie, de Editorial Warren.  

Esa línea de trabajo de Corben es tan constante que ha conformado ya un mosaico de historias, algunas veces delineadas solo por algunas frases de la fuente original. Estas hoy son recopiladas en Los Espíritus de los Muertos (Planeta Cómics) para dar pie a la recreación de un universo único, de horripilante y putrefacta estética fantástica, donde la existencia solo tiene sentido si transcurre febrilmente a través del más allá, y en cuyos parajes apenas se distinguen las fronteras.  

En las tradicionales composiciones de cada página, el blanco solo tiene sentido con los manchones de tinta deformando rostros de humanidad exacerbada sobre fondos simples de colores difuminados. Con este estilo, Corben hace eco de la melancolía, y con cada diálogo va dimensionando el lado más doloroso de esta, como puerta de entrada definitiva a la demencia eterna, dejando en claro que aquí incluso el amor siempre va acompañado de connotaciones siniestras.  

Porque lo mismo da si se trata de un amante devoto, cuya mente deja escapar sus pesadillas sobre parientes espectrales que mustios habrán de consumar su idilio —“Solo” (1829)—; de un esposo manipulador, cuyo cinismo le conduce al macabro abrazo de aquello que exigía de su esposa asesinada —“La durmiente” (1831 —; o de aquel que se deja llevar por sus obsesiones y cae en los perversos juegos de magia de su mujer —“Morella” (1835)—. Todos estos personajes están destinados al tormento en la vida y en la muerte.  

Mención aparte merece “La ciudad en el mar” (1831), que con el capitán de un barco como protagonista, a diferencia del resto de los episodios, acompaña de un discurso crítico la representación del juicio y el castigo entre almas hambrientas de revancha. Este sentido bien puede ligarse con la tendencia al terror social del cine de hoy, al estilo de ¡Huye! (2017) y Nosotros (2019), del aclamado realizador estadounidense Jordan Peele.  

Por supuesto, esta edición de tapa dura de El Espíritu de los Muertos también incluye dos versiones de narraciones clásicas: “La caída de la casa Usher” (1839) y “Los asesinatos de la calle Morgue” (1841), con más que sugestivas variantes. La primera retoma algunos elementos de “El retrato oval” (1842) —también de Poe—, para acompañarlos de una siniestra interpretación del arte y las musas, los rasgos patológicos de un hombre obsesionado con su hermana y sumergido en la locura. La segunda presenta un mayor énfasis en el entorno de la época, permitiéndose un giro en el desenlace para virar de lo detectivesco a la violencia gráfica.  

Finalmente, esta travesía no podía cerrar sino con “El cuervo” (1845), multirreferido y adaptado poema de escalofriante belleza, que va sobre la angustia ante la pérdida y la incertidumbre de lo que esta representa, que en este caso deviene en un baño de sangre.  

Sin duda Los Espíritus de los Muertos materializa retorcidos procesos mentales y enfermizos estados emocionales, al tiempo que rinde tributo y enriquece con humildad la obra del célebre Edgar Allan Poe.  

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