La Divina comedia está compuesta por tres libros que forman uno solo, que no es una obra más: es un pilar fundamental de la literatura por su uso del lenguaje y relevancia histórica, debida a que hace un recuento religioso hasta el momento de su escritura.
Semejante obra puso a Dante Alighieri en el centro de la literatura universal. Existen otras obras de su autoría, pero hoy no nos competen. ¿Por qué hablar ahora de la Divina comedia? Porque Dante redefinió la lengua italiana como lo hizo William Shakespeare con la inglesa, Miguel de Cervantes Saavedra con la española y Johann Wolfgang von Goethe con la alemana.
El texto data del año 1300 d. C. No es un dato menor: se trata de una obra que tiene más de 700 años y todavía resuena en el inconsciente colectivo, y es materia prima de cientos de autores que la leen, releen y citan.
Dante redefinió la lengua italiana como lo hizo Shakespeare en Inglaterra, Cervantes en España y Goethe en Alemania.
Pero no podemos pasar por alto el hecho de que la Divina comedia, como novela misma, es un poema extenso en el que se recorre el Cielo, el Infierno y el Paraíso. Cada uno con su propio libro.
Todo comienza con un Dante que descansa, durmiendo debajo de un árbol frondoso, y a quien en sueños o en la vigilia se le aparece Virgilio, para aquella época muerto y uno de los poetas idolatrados por Dante, una de las voces más interesantes de aquel momento —una especie de rockstar medieval—. En ese trance, Virgilio lo invita y lo lleva a recorrer con él los infiernos. ¿Quién podría negarse a semejante propuesta? Imaginen: —Hola, soy Mick Jagger, ¿vamos a recorrer los infiernos? —Te agradezco, pero prefiero quedarme sin hacer nada debajo de este árbol frondoso.
—Hola, soy Mick Jagger, ¿vamos a recorrer los infiernos? —Te agradezco, pero prefiero quedarme sin hacer nada debajo de este árbol frondoso.
Lo interesante es que Virgilio administra, cual encargado de edificio, administra todo lo que existe en el Paraíso, el Purgatorio y el Infierno. Y lo administra con gente que del mundo real. Es así que los conocidos de Dante aparecen a lo largo de todo el libro en una especie de multinacional sin fines de lucro, encomendada a que todo funcione más o menos bien.
Virgilio también tiene en su poder la administración de toda la tipología de pecados, bondades, egoísmos y lo que fuere, según distritos específicos del Infierno. Esta simple idea, que a primera lectura parece sencilla, es el germen que hace de la Divina comedia una obra suprema.
La Divina comedia no fue el título original que eligió Dante: él la nombró La comedia, pero sin el don de hacernos reír. La comedia somos los humanos, apenas una broma en esta espesura llamada vida. Antes, durante y después de Cristo.
La comedia somos los humanos, apenas una broma en esta espesura llamada vida. Antes, durante y después de Cristo.
Pero, aunque no nos haga reír, este libro tiene gracia, y Dante logra dársela entrelazando estos distritos con pecados, personajes famosos, gente recientemente fallecida —para la época—,amigos de él mismo, entre otras figuras. Y de acuerdo al pecado, cada pecador, debe llegar a un distrito diferente, a un lugar específico para hacer su descargo o sufrir las consecuencias.
Con este “humor” tan poco convencional para su tiempo, surgen escenas y situaciones descomunales; por ejemplo, el noveno de los infiernos, el peor de todos, a donde se dirigen los traidores que, según Virgilio, son los pecadores más recurrentes y tienen las intenciones más oscuras. En ese infierno de los infiernos solo hay tres personas: Brutus, el asesino de César; un ayudante de Brutus, y obviamente, Judas.
A Dante lo acompaña Beatrice, la excusa por la que escribió semejante libro, la mujer a la que Dante amó, tanto en la Divina comedia como en la vida real. La gran diferencia entre la ficción y la realidad es que en la realidad el amor de Dante no fue correspondido. Y no solo eso: Beatrice no lo tenía presente ni un poco (ni lo topaba, pues). En la ficción, Beatrice es la encargada de mostrarle el Paraíso. ¿Quién si no?
La Divina comedia es un recorrido, una especie de guía turística de Virgilio para recorrer las profundidades del Infierno. Y cuando Dante y él llegan al Purgatorio, Virgilio lo deja, lo abandona, porque no puede entrar al Paraíso, habrá que descubrir si por suicida o por poeta.
Es así que 700 años de buena publicidad, la que se da de boca en boca, le dieron a la Divina comedia el carácter de lectura obligatoria, una trascendental para quien se dice lector, poeta o narrador de historias.