Nadie tiene un solo nombre en La traición, la novela más reciente de Jorge Fernández Díaz. Como sus vidas, sus profesiones y sus morales, todos poseen más de una identidad: Belda es BB o, por momentos, la Señora 5; Cálgaris es también el coronel o El Viejo; por su parte, Débora Rig es conocida como La Rubia. Lo anterior no es una casualidad: en las vidas de estos personajes nada es lo que parece.
En años difíciles para la sociedad argentina hay quienes juegan a rememorar los años setenta, dando batalla contra una dictadura inventada que no es más que un Gobierno neoliberal y profundamente inepto. Alguien tiene intenciones de ir más lejos: Garmendia —un exguerrillero introducido en movimientos sociales y líder del sector patriótico, así como viejo conocido del papa Francisco— planea una operación militar para acabar con la dirigencia neoliberal. Al mismo tiempo, Sebastián Bonet —diputado de centroizquierda, pata progresista del proyecto— sufre un accidente en helicóptero que parece ser un homicidio. Múltiple, como todo, es la moral de Bonet: profundamente progresista de la boca para afuera, pero pronto descubriremos que hacia adentro beneficiaba a Leopoldo Braña, un torturador de la dictadura responsable de la desaparición de varios militantes. Es Bonet, también, quien a espaldas de su esposa e hijos mantiene una relación con su cuñada. La traición existe en cada línea de la novela.
Remil —el narrador de La traición— es quien debe resolver ese caso en compañía de su jefe, el coronel Cálgaris, y a la vez desactivar el conflicto que Garmendia planea a pedido del padre Pablo, un religioso cercano al papa Francisco que teme que ese asunto lo perjudique, dada su reconocida debilidad “por Argentina y sus marginales, sus desposeídos, sus impresentables”. Estas dos historias se entrecruzan constantemente; allí donde hay un personaje, existe una línea invisible que lo conecta con los otros. Múltiples personajes para múltiples historias, relatos, discursos.
Para desactivar el conflicto, Remil y Cálgaris introducen como infiltrado a un exmilitante del ERP que recibió entrenamiento en La Habana: el ruso Bublik. Este personaje establece reuniones con Remil para ponerlo al tanto de la dinámica de Garmendia y el movimiento patriótico, así como de sus planes y de los sitios que frecuentan.
Por su parte, Remil lidia con el alcoholismo de Belda y también con los secretos que esta y el coronel se guardan entre sí, mientras mantiene una suerte de aventura con Claudine, una mujer francesa que conoce en París y que parece tener cierta conexión con el padre Pablo. La traición se basa en numerosas puntas que Jorge Fernández Díaz propone y se multiplican una y otra vez.
Bublik establece reuniones con Remil para ponerlo al tanto de la dinámica de Garmendia y el movimiento patriótico, así como de sus planes y de los sitios que frecuentan. Remil, a su vez, lidia con el alcoholismo de Belda así como con los secretos que esta y el coronel se guardan entre sí, mientras mantiene una suerte de aventura con Claudine, una mujer francesa que conoce en París y que parece tener cierta conexión con el padre Pablo.
Fernández Díaz escribió una novela llena de misterio, boicots, presiones y seguimientos. Con una similitud sorprendente con la serie House of Cards, pero en otro ambiente, en otro mundo, con otras prioridades.
En La traición, el autor pretende cuestionar de alguna manera al progresismo, denunciando una marcada doble moral y mostrando los engranajes de la corrupción. Todos los personajes mienten, calculan y actúan a espaldas de otros, mientras llevan una agenda personal. Se muestran como héroes cuando, en realidad, tienen en su haber dudosas experiencias. La lectura resulta clara, Jorge Fernández Díaz desarrolla y esclarece cada uno de los conflictos, y la curiosidad y el misterio nos llevan a querer leer más y más.
La traición es la tercera parte de la trilogía policial más famosa y leída de Argentina. Posterior a las dos primeras entregas —El puñal y La herida—, en las que también encontramos a Remil como narrador, la colección de Jorge Fernández Díaz se convirtió en un auténtico fenómeno editorial.