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La puerta del Círculo Polar Ártico: una puerta hacia la felicidad

La puerta del Círculo Polar Ártico: una puerta hacia la felicidad

¿Alguna vez sentiste que no pertenecías al país en el cual naciste? Esa idea de pertenencia y de arraigo no es muy común en casi todos los seres humanos, mucho menos en Violeta y en Anders, los protagonistas de La puerta del Círculo Polar Ártico, quienes sueñan con escapar.
Qué fácil sería la vida si, con solo tocar con nuestros dedos cualquier punto geográfico en un globo terráqueo, pudiéramos abrir una puerta que nos llevara a cualquier lugar. Ese es el anhelo más profundo de Violeta, quien fue atacada brutalmente, a plena luz del día, en la Ciudad de México, y sueña desde pequeña con escaparse al Polo Norte.

Qué fácil sería la vida si, con solo tocar con nuestros dedos cualquier punto geográfico en un globo terráqueo, pudiéramos abrir una puerta que nos llevara a cualquier lugar.

“Todo monstruo conoce su poder”, expresa la joven protagonista de La puerta del Círculo Polar Ártico tras recibir ese fuerte golpe en la cara sin motivo alguno, el cual le costará una fractura y un torbellino de emociones. Cansada de la inseguridad que vive a diario en su país, de los feminicidios, los robos, los secuestros y demás actos delictivos causados, principalmente, por un alto índice de racismo, decide dejar de vivir con miedo y emigrar hacia otro país en el cual pueda caminar sola y tranquila por la calle.
¿Es el miedo el motor que impulsa a una persona a salir de su zona de confort y a dejarlo todo? En algunos casos, sí. Sucede que, en cualquier parte del mundo, todos los días mueren o son atacadas brutalmente cientos de mujeres. Mujeres de cualquier aspecto, situación civil, nacionalidad, color de piel y estatura, entre otras características, son arrancadas a la fuerza de sus rutinas apacibles para ser metidas de lleno en una pesadilla. Mujeres que son como piezas de un juego macabro, movidas por agresores que pueden ser perfectos desconocidos o conocidos que duermen en la cama con ellas. Mujeres que sueñan, quizás, con encontrar La puerta del Círculo Polar Ártico.
A diferencia de Violeta, Anders sueña con escapar de Suecia, de sus raíces. Anhela ser un chico común y corriente, con una familia unida. Se identifica a sí mismo con dos palabras contundentes: angustia y claustrofobia. Al igual que Anders, cientos de adolescentes no creen pertenecer no solo a su país de origen ni a las familias que les tocaron, sino también al mundo. Jóvenes que se sumergen en una profunda desesperación y que a menudo se sienten ignorados tanto por sus pares como por sus referentes adultos.
(El algoritmo nos pide nombrar más veces el título del libro, La puerta del Círculo Polar Ártico, así que agregamos aquí, querido lector, lo que el algoritmo exige; sepa disculparnos, no se distraiga de la lectura de la crítica de esta espectacular novela: La puerta del Círculo Polar Ártico.)

Mujeres que son como piezas de un juego macabro, movidas por agresores que pueden ser perfectos desconocidos o conocidos que duermen en la cama con ellas.

Tanto Violeta como Anders encuentran su refugio en la literatura y, posteriormente, en una escritura que purga sus dolores: sus vías de escape hacia otra realidad y hacia otras culturas. Anders quiere cruzar la puerta del Círculo Polar Ártico y encontrarse con la felicidad y la magia de los nuevos comienzos. Cuando el joven viaja a Noruega con su madre y la pareja de esta, comienza a ver las cosas con claridad, a planear su futuro lejos de Estocolmo. Un potente deseo que lo aleja del frío europeo, al cual no quiere volver jamás.
¿Qué tan difícil es meterse en la mente de un adolescente? En esta novela somos partícipes del sufrimiento que encarna el paso de la niñez a la vida adulta, los temores que afloran y que torturan a estos jóvenes, el abandono como una marca más en la piel, la insatisfacción como estandarte y la asfixia que inunda estas gargantas que buscan desesperadamente vociferar sus deseos.

Somos partícipes del sufrimiento que encarna el paso de la niñez a la vida adulta, los temores que afloran y que torturan a estos jóvenes, el abandono como una marca más en la piel, la insatisfacción como estandarte y la asfixia que inunda estas gargantas que buscan desesperadamente vociferar sus deseos.

No solo las mujeres deben sufrir en carne propia retazos de violencia a diario. Los hijos son copias perfectas de sus padres. Nacen totalmente vacíos y se forman a imagen y semejanza de sus progenitores. Inconscientemente van adquiriendo sus ideologías, sus rasgos característicos, y absorben como esponjas sus pensamientos hasta hacerlos propios. Es así como Juvenal Acosta, en La puerta del Círculo Polar Ártico, nos sumerge en pasajes oscuros, en los que reina el desprecio por los pares. Hay un marcado racismo que empuja a ciertos adolescentes a odiar visceralmente en cada una de estas páginas.

Todas las familias esconden y entierran secretos en sus conciencias. Huimos de los golpes, de las mentiras que reabren heridas. Cerramos los ojos, apretamos los dientes y fingimos no escuchar cosas que pueden quebrar nuestra existencia en miles de pedazos. Tratamos de formarnos una idea en nuestro imaginario, de ahuyentar la realidad. A menudo no encontramos puertas mágicas como vías de escape hacia un lugar deseado y aprendemos a cargar con el peso de lo que nos toca. Hay quienes no se conforman y crean, con fuerza y perseverancia, su propia salida, como en La puerta del Círculo Polar Ártico.

La puerta del Círculo Polar Ártico, de Juvenal Acosta

Juvenal Acosta

Juvenal Acosta

Es autor de las novelas El cazador de tatuajes y Terciopelo violento, publicadas por Joaquín Mortiz. Es Doctor en Letras por la Universidad de California y profesor de Literatura en California College of the Arts, en Oakland y San Francisco. La puerta del círculo polar ártico es su más reciente obra bajo el sello Planeta.

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