La noche del oráculo es una novela que Paul Auster publicó originalmente hace casi 20 años. En aquel momento la política estadounidense estaba revuelta, habían pasado apenas unos años del atentado de las Torres Gemelas y el presidente George W. Bush era muy criticado por el círculo cultural de Nueva York, al cual pertenecía Auster. El corazón de las ideas progresistas estadounidenses había sido atacado. Y aunque la novela citada no es una crítica directa al mandatario de ese entonces, se deja entender que la ficción dentro de la ficción es reflejo del descreimiento de la realidad que el Gobierno mostraba respecto del mundo.
Antes de que La noche del oráculo se publicara por primera vez, en 2003, Paul Auster había publicado ya 18 libros —si tomamos La trilogía de Nueva York como uno solo—. Estaba considerado una máquina de escribir y publicar novelas que no pasaban desapercibidas: las hay atrapantes como El país de las últimas cosas, novedosas como Leviatán y disruptivas como La invención de la soledad. Estaba considerado uno de los escritores más importantes de su generación, aunque muchos ya lo hacían ver como el mejor de la época y el único que interpretaba la angustia del cambio de siglo.
«No cabe duda de que la evasión es uno de los poderes más hermosos que tiene la literatura. Paul Auster lo maneja a la perfección.»
En este marco se publicó La noche del oráculo, y Paul Auster se superó y sorprendió una vez más con una novela intrincada: historias que, como matrioshkas, van apareciendo una dentro de otra, generando un verdadero laberinto borgeano. De hecho, es uno de los libros que más referencias literarias contienen: a sus propias novelas —por ejemplo, el local donde Sidney Orr compra el cuaderno azul se llama el Palacio del Papel—, pero también a los autores a los que Auster parece haber leído mucho y muy bien: Borges, Hammett, Kafka, Crane, DeLillo, McEwan, Tabucci, Coetzee, entre otros.
«Lo que sabe Paul Auster, lo que sabe Sidney Orr, es que la literatura es un medio de comunicación humana y la posibilidad de trascendencia.»
La noche del oráculo tiene un punto de arranque casi de novela de iniciación: el escritor Sidney Orr, en su afán de volver a ser él mismo luego de sobreponerse a una enfermedad a la que nadie creía que sobreviviría, realiza caminatas sin rumbo en busca de algún tipo de destino. Así descubre en la tienda antes nombrada un cuaderno azul y entiende que tiene la destreza para volver a escribir.
Es en ese preciso momento que La noche del oráculo se abre como un mundo de escritura. Un cruce voraz (o una confusión) entre ficción y realidad, la metaliteratura expresada con historias ilusorias, la ficción como alarde de lo que el autor (personaje) no se atreve a hacer en la vida. No cabe duda de que la evasión es uno de los poderes más hermosos que tiene la literatura. Paul Auster lo maneja a la perfección. Consigue que al leerlo nos olvidemos del mundo. Pero no solo funciona para los lectores, para los escritores también es esencial. Este vínculo entre autor y lector también es un tema central de La noche del oráculo.
“Sumido en su gran dolor, se convenció a sí mismo de que las palabras que había escrito sobre un ahogamiento imaginario habían causado una muerte verdadera, de que su ficción trágica había provocado una tragedia real. En consecuencia, aquel escritor de enormes dotes, aquel hombre que había nacido para escribir libros, juró no volver a escribir jamás. Había descubierto que las palabras mataban”, escribe en una parte de la novela.
Lo que sabe Paul Auster, lo que sabe Sidney Orr, es que la literatura es un medio de comunicación humana y la posibilidad de trascendencia. Orr quiere comunicarse con el porvenir, como si escribir fuese la única carta que le queda para no pasar al olvido: otro tema de La noche del oráculo.
“Era una felicidad que estaba más allá del consuelo, más allá del dolor, más allá de toda la fealdad y la belleza del mundo”
Todas estas pistas de lectura en las que Paul Auster nos sumerge tienen el velo de la falsa intimidad que genera la autoficción. Y en conjunto hacen que La noche del oráculo sea una de las novelas mejor logradas y más indispensables de Paul Auster.