Un poeta en la cuna de la deshumanización

Un poeta en la cuna de la deshumanización

Federico García Lorca —el poeta a veces maldito, a veces negro, a veces judío, pero también gay y siempre gitano— llegó a Nueva York para leer un mundo que le resultó ajeno y necesario, perfecto e imperfecto, para indagar la sombra humana, poner su ojo singular sobre la gente que deambulaba por las calles de la crisis eterna, de la ciudad que es corazón de Occidente. Pero, sobre todo, para rendirse ante una sublime creatividad: Poeta en Nueva York

El viaje que García Lorca hizo a la Gran Manzana, entre 1929 y 1930, devino en un poemario, en un increíble libro polifacético: de poderes de denuncia, marcador de crisis, sublime en el detalle. Pero Poeta en Nueva York no es una recopilación de memorias de aquel encuentro del escritor español con la ciudad que nunca duerme; es algo más profundo y descabellado, algo que surge desde lo hondo. 

Federico García Lorca, uno de los máximos representantes de la Generación del 27, armó en aquella ciudad un poemario de combate, no de entretenimiento. Un poemario intrincado, de lectura ardua, plagado de figuras retóricas, paisajes oscuros, desarrollos animalescos, reactivos, repleto de hordas y deformidades, de belleza con olor a basura. 

 
Poeta en Nueva York puede considerarse como una obra cruda, marcada por el dolor, por la ruptura de una relación amorosa en España, por la pelea con Salvador Dalí —gran amigo del autor —, por la crisis de la sexualidad propia. 

Esta obra es, también, la reconciliación de Federico García Lorca con el surrealismo. Anteriormente, el también dramaturgo se sentía antagonista de las bases y características de esta vanguardia; sin embargo, en vista del fulgor que tenía en aquella época, también se vio influenciado por el movimiento que comandaron Dalí y Luis Buñuel. 

“Con una cuchara de palo 

le arrancaba los ojos a los cocodrilos 

y golpeaba el trasero de los monos. 

Con una cuchara de palo”. 

Esta rendición ante el surrealismo es muy clara. En Poeta en Nueva York, Federico García Lorca juega con el absurdo en diversas líneas y versos, puede asociar lo que sea con lo que quiera. No tiene límites a la hora de crear ni de observar.  

Federico García Lorca muestra la crisis, la propia y la de una ciudad marcada por la caída del sistema. Pero, ¿hasta dónde es Poeta en Nueva York una muestra paródica de este último y hasta dónde un mero ejercicio artístico? ¿O será las dos? ¿O será no solo dos y sí muchas más posibilidades del quehacer poético? 

“Cuando el chino lloraba en el tejado 

sin encontrar el desnudo de su mujer, 

y el director del banco observando el manómetro 

que mide el cruel silencio de la moneda, 

el mascarón llegaba al Wall Street”. 

La poesía para sustituir el dolor homoerótico, la poesía para testimoniar la barbarie de la ciudad embelesada y decaída. Siempre la poesía para todo. Para todes, porque Federico García Lorca es hacedor de futuro, se proclama, sin mostrarlo, referente para futuras generaciones de poetas, de narradores.   

Después del viaje surreal a Nueva York y una estancia en otras ciudades de América, como Buenos Aires, García Lorca decidió regresar a España. Apenas unos meses después de iniciada la Guerra Civil, un informe de la Jefatura Superior de la Policía de Granada acusó al poeta de “socialista”, “masón” y de incurrir en “prácticas homosexuales”. Le dieron muerte frente a un pelotón de fusilamiento en agosto de 1936.

Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca

Federico García Lorca

Federico García Lorca

Hijo de un rico propietario y de una maestra, vivió una infancia rural a la que sumó una completa formación. Se trasladó a Madrid, donde se alojó en la Residencia de Estudiantes y conoció a sus compañeros de generación y a muchas figuras del panorama artístico. En este ambiente conoce las Vanguardias, pero su personal sensibilidad sobrepasa las modas y triunfa definitivamente con su emblemático Romancero gitano. Tras vivir una enriquecedora temporada en Cuba y Nueva York (el impacto de esta ciudad da lugar a Poeta en Nueva York ), vuelve a España. Durante la República, dirige la compañía La Barraca, grupo teatral universitario con el que lleva el teatro clásico por todos los rincones de España. En 1933 visita Buenos Aires, donde sus dramas obtienen gran éxito. De regreso, Lorca, que es ya poeta de éxito, manifiesta públicamente sus ideas de izquierdas; este hecho lo pone en el punto de mira de los nacionales que lo asesinan nada más estallar la guerra civil, dos meses después de terminar La casa de Bernarda Alba. Otras obras destacadas del autor son Poema del cante jondo, La zapatera prodigiosa, Bodas de sangre, Yerma, Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, Mariana Pineday El público, todas ellas publicadas en Austral.

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