De entre los autores suecos que tenemos más presentes, sin duda destaca Henning Mankell. El prolífico escritor, fallecido en 2015, fue dueño de una voz cruda, y la utilizó para elaborar, en su prolífica obra, una profunda crítica social al idílico sistema de vida de su país, especialmente en su ópera prima, El hombre de la dinamita, que reeditó el sello Tusquets a casi 40 años de su primera publicación.
Nadie podrá negar que uno de sus mayores legados fue la famosa saga de 12 novelas negras protagonizadas por el detective Kurt Wallander, con lo cual Mankell entregó a Suecia un investigador insignia —así como Sherlock Holmes lo es para Inglaterra, Montalbano para Italia, Mario Conde para Cuba y Héctor Belascoarán para México—. Sin embargo, en esta página creemos que El hombre de la dinamita es su mejor obra.
«El hombre de la dinamita es un viaje en el tiempo. Leerlo nos traslada a un país lejano, casi otro mundo, otra vida, a escenarios en la Suecia profunda, pero con algunos dilemas que se parecen a los de aquí.»
El hombre de la dinamita, de título original Bergsprängaren (“hombre dinamita” también hubiera sido una buena traducción), es un viaje en el tiempo. Leerlo nos traslada a un país lejano, casi otro mundo, otra vida, a escenarios en la Suecia profunda, pero con algunos dilemas que se parecen a los de aquí y a los de este momento.
Todo comienza en Suecia, en 1911, en la ciudad de Norrköping, situada en la provincia de Östergötland, donde como en una especie de reality literario, una vida se observa desde diferentes puntos de vista: se narra el devenir de Oskar Johansson (apodado “la honra del trabajo” por sus compañeros de excavación) antes, durante y después de un violento incidente.
“¿Qué hicieron después aquellos dinamiteros agotados? ¿Se sentaron al sol en la escalera, conmocionados y asustados? ¿O regresaron al trabajo? ¿O se dispersaron, se fueron cada uno por su lado?”.
Oskar Johansson fue dado por muerto a raíz de una explosión con dinamita en una de las aperturas de los tres túneles que se construían para alargar las vías férreas del país. Por un pelo de suerte, logra sobrevivir a esa catástrofe y, a pesar de su condición teratológica, apenas puede, vuelve al trabajo. “El lunes decían los periódicos locales que un joven dinamitero había fallecido… Aquella noticia nunca llegó a desmentirse”, precisa el autor en su libro.
Con una narración contundente, fragmentada, un lenguaje crudo y de lectura fluida, El hombre de la dinamita armoniza perfectamente lo reflexivo y lo histórico en 240 páginas de literatura atrapante, atractiva, una obra de arte de carácter visceral.
“No era capaz de mirarme al espejo, y me asqueaba ver el muñón del brazo. Encima, tenía aquella sensación tan rara, sentía la mano derecha a pesar de que no la tenía”.
Y aunque Mankell haya quedado encasillado dentro de la novela negra por la creación del famoso detective antes mencionado, El hombre de la dinamita, su ópera prima, no deja de ser su obra más interesante; incluso nos tomamos el atrevimiento de decir que es la mejor. Un caso parecido al de Kafka: aunque también con una prolífica obra, su primer libro, Descripción de una lucha, es nuestro preferido.