El gran Gatsby es la obra más famosa de F. Scott Fitzgerald. Tal vez a su altura estén El curioso caso de Benjamin Button o A este lado del paraíso, del mismo autor. Pero si hay algo que distingue al primer libro mencionado es que fue el único que se convirtió en un hito desde su publicación (1925), con su retrato del capitalismo que le permite seguir tan actual, tanto como el sistema al que critica.
Dentro de la novela, la ampulosidad parece ser el tema central: la fiesta que no se termina nunca; los locos años veinte como escenario; el jazz sonando en cada club, en cada lugar de encuentro; la prohibición del alcohol y la obsesión por ascender en la escala social. Estos y otros elementos hacen a El gran Gatsby tan perfecto, tan justo, ideal para contar la historia de un excéntrico. Pero lo que a simple vista parece puro festejo…
“Y a mí me gustan las fiestas multitudinarias. Son muy íntimas. En las que se dan para poca gente no hay manera de estar a solas” es una de las líneas del libro, una reflexión que habla de la forma en que los personajes expresan sus sentimientos, que son profundos y encontrados: el deseo de la fiesta interminable, pero también la necesidad de sentirse único. ¿No es eso acaso lo que anhela cada uno de nosotros?
Nos quedamos cortos, porque releído casi cien años después de su publicación, El gran Gatsby, resulta asombrosamente actual.
El afamado gran Gatsby que anuncia el título de este libro es Jay Gatsby, un multimillonario joven, bello, dispuesto a todo, amante del sueño americano. Su deseo se asemeja, por momentos, a la pasión del Quijote, queriendo voltear molinos, peleando contra el viento. De esta forma, El gran Gatsby bucea sin anestesia por la decadencia del ser humano, pero lo hace siempre con grandeza, con esa pizca de gracia que Fitzgerald le pone y que convierte a esta novela en una obra maestra.
Lo que más está presente en El gran Gatsby es el idealismo, la resistencia al cambio, la agitación social y el exceso que lleva a una caída que parece inevitable. Pero no vamos a spoilear el final del sueño americano: queda en ustedes la lectura.
La trama en general recuerda a cualquier historia previa a una crisis —económica, de salud, de cualquier índole—. Nadie toma en cuenta las malas predicciones, nadie le hace caso a quienes anuncian un derrumbe cuando la fiesta está en su apogeo. Y quizá la atemporalidad sea otro de los atributos de la novela. Si lees ahora El gran Gatsby, tendrás la impresión de que pudo escribirse hace apenas un par de años y no hace casi un siglo, como ocurrió en realidad.
Lo que está más presente en El gran Gatsby es el idealismo, la resistencia al cambio, la agitación social y el exceso que lleva a una caída que parece inevitable.
Y como buen clásico, el libro de Fitzgerald ha traspasado la frontera de las letras. Al igual que otras novelas del autor, El gran Gatsby ha sido adaptada en varias ocasiones a la pantalla grande; desde la época del cine mudo (Herbert Brenon, 1926), pasando por el auge del cine negro (Elliott Nugent, 1949), hasta la estrafalaria versión contemporánea (Baz Luhrmann, 2013).
No nos detendremos a analizar cada una de las adaptaciones de la legendaria novela de Fitzgerald. Pero una reflexión general, pensada sobre todo a partir de la versión protagonizada por Leonardo DiCaprio en 2013, es que uno de los dones del autor es describir mediante párrafos inolvidables los sentimientos de los personajes que interactúan, y resulta difícil trasladar eso a la pantalla. Libro sí, cine a veces. No esta vez.
El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald