Coro: un grupo de gente que canta al mismo tiempo, con diferentes compases, tonos, semitonos y ritmos, una obra o canción. La nueva novela de Leonardo Padura es un coro de resentimiento y de amor.
Esta historia la componen personajes que se unen en el desamparo del exilio para generar canciones que a veces suenan bien, a veces son banales, a veces extensas, estiradas como solo de algún prodigioso guitarrista de una banda de rock progresivo de los setenta.
¿Somos tan amantes del rock progresivo como del béisbol?
Como polvo en el viento es eso, polvo que se disemina por el viento, cuando una partícula entra en el ojo de la lectura a veces molesta, otras veces da en el clavo, ahí es cuando la novela encuentra el camino, cuando las escenas funcionan, la canción se convierte en un hit y hay disfrute.
Como polvo en el viento se compone de personajes que se unen en el desamparo del exilio.
Los personajes de Como polvo en el viento, de Leonardo Padura, no cantan, bailan salsa con el dolor y el fulgor de las luces que los hace tan especiales, y aunque tampoco es un libro musical, el hit, el top ten, el sumun de la conciencia coral, aparecen con el clan. Un grupo de exiliados del alma: Clara, Elisa, Bernardo, Darío, Irving, Horacio, Liuba y Fabio, Walter, Ramsés, Joel, Fabiola, Guesty, Marissa y Montse. El texto cuenta: “El Clan siempre podía reunirse y todos sentirse libres: para hablar de lo que en otros sitios no podrían hablar…”.
Todos estos personajes de Como polvo en el viento deambulan por escenas que son carteles de neón, luces tan armadas, tan perfectas, tan brillantes, que incluso en sus acciones cotidianas, en las imperfecciones, parecen irreales.
La ficción de Leonardo Padura logra que nada parezca real, la retórica necesaria para dar a entender que, aunque los exiliados –cubanos, en este caso; podrían ser de cualquier nacionalidad– se propongan vivir, siempre van a sentir que la vida misma es puro cartel de neón; pura luz, fulgor y ruido sin consistencia, sin terruño, una vida de añoranza.
La vida misma es puro cartel de neón; pura luz, fulgor y ruido sin consistencia, sin terruño, una vida de añoranza.
La prosa de Leonardo Padura en Como polvo en el viento, tan elegante y perfecta, con preguntas inquietantes, subtramas, biografías de cada personaje y fotos viejas que envuelven secretos, se asemeja, por momentos, a escrituras del pasado del autor en la novela policial. Padura le suma intriga, pero pierde dinamismo y corre el riesgo de convertir a los personajes, entrada la novela, en algo unidimensional, con el afán de explicar su punto de vista de la diáspora cubana.
Como polvo en el viento cuenta las vidas de cubanos que sufrieron un bloqueo cruel del imperio en el que ahora viven.
Más de setecientas páginas de literatura poderosa en la pluma de Padura. Por momentos tan rígida como informativa, Como polvo en el viento intenta no juzgar, solo cuenta las vidas de cubanos que sufrieron un bloqueo cruel del imperio en el que ahora viven.
Cuba no es, para ellos, para los miembros del clan, una nación ni un país, ni siquiera un pueblo, es pasado, uno no tan añorado como molesto: “un país maldito y los cubanos [como] su peor maldición. Somos gentes que preferimos odiar y envidiar más que crecer con lo que tenemos”.
Leonardo Padura busca en Como polvo en el viento que los lectores vivan también, de cierta manera, la experiencia de ser un exiliado del alma.