El desparpajo monstruoso de Aurora Venturini: una anciana inimputable

El desparpajo monstruoso de Aurora Venturini: una anciana inimputable

En 2007, Aurora Venturini (1922-2015) ganó el concurso literario del diario argentino Página/12 con su novela de iniciación Las primas. Liliana Viola, periodista, editora, prejurado del concurso y albacea de la obra de Venturini —quien no tuvo hijos por decisión y enviudó dos veces, aunque en el conteo se nos escape alguno que otro amor—, describe el manuscrito como una “novela Cenicienta”: bajo un sobre con el seudónimo de la amante de Dante, Beatriz Pontinari, el escrito tipeado en máquina de escribir mostraba tachaduras, borraduras, correcciones, espacios en blanco: una obra de arte en sí misma. 

El manuscrito poseído y desquiciado pasó del olvido a convertirse en el magma de una implosión en el circuito social-literario. Venturini fue profesora de secundario, estudiante de Filosofía, Ciencias de la Educación y Psicología, amiga íntima de Eva Perón, exiliada de la Argentina debido a la Revolución Libertadora de 1955 —que derrocó el Gobierno de Juan Domingo Perón— en París, donde estudió en La Sorbona y se codeó con intelectuales como la escritora Violette Leduc, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Albert Camus. También fue descubierta como la autora de más de cuarenta libros publicados: novelas, cuentos, poesías, ensayos, traducciones… y aun así, con la reedición de Tusquets de El marido de mi madrastra (editado por primera vez en 2012, pero que expande la compilación de relatos escritos en 1997) y Nosotros, los Caserta (publicado en 1992), sigue siendo un mito que, como indica la nota del editor de Nosotros, los Caserta, debe ser reconstruido desde su génesis textual e historia editorial. 

El marido de mi madrastra y Nosotros, los Caserta mantiene las características de ese manuscrito que le permitió encontrar la fama a los 85 años y desarrollar una voz particular en su prosa: el nerviosismo exasperado, atropellado, la sintaxis subversiva, las disculpas, los solapamientos y repeticiones, la ecolalia (sobre ello, ver el reto escritor en las redes de Sucede Leyendo) y la coprolalia (tendencia patológica a proferir obscenidades), con esa desprolijidad que esconde el desparpajo de una ancianita inimputable.  

Así, en El marido de mi madrastra y Nosotros, los Caserta, el desafío que la autora imprime contra la locura perversa del incesto y los tabúes de la vida burguesa moderna (en la cual las carnes son reflejo de un estado del espíritu maldito), como el atavismo o biologismo monstruoso, las malformaciones, los retrasos, el esperpento, las enfermedades venéreas (sífilis, hepatitis o gonorrea como en el relato “El marido de mi madrastra”), parecen perseguir genealogías de personajes que tejen historias de otros y la de Venturini también: “Mis seres son todos monstruosos. Mi familia era muy monstruosa. Es lo que conozco. Y yo no soy muy común. Soy una entidad rara que solo quiere escribir”.  

El marido de mi madrastra se presenta como una compilación de relatos, una galería o repertorio de cuentos de personajes que aniquilan estereotipos y se dividen en dos partes que se contienen mutuamente. La primera parte, homónima del libro, “El marido de mi madrastra”, compila cuentos más largos que pueden leerse en conjunto porque comparten historias familiares siniestras y desgarradoras, que suelen tener como protagonistas a mujeres que desde niñas sufrieron traumas o conflictos sexuales, pobreza o abandono estatal.  

La segunda parte de El marido de mi madrastra se denomina “Hadas, brujas y señoritas”, con doce textos más cortos pero intensos y escritos a modo de viñeta, sobre “mujeres que fajan a las hijas. […] criptas, fosos, sótanos, niños-monstruo, viejos-travesti, viejas-joven, familia-gitana, hombre-momia, fantasmas, salones con muertos en las vitrinas”. Los relatos pueden leerse por separado y en ellos, entre fantasmas y claroscuros, sucede la vida y, por supuesto, se abre una puerta de acceso a los gustos literarios y personales de la autora. 

En Venturini todo es extraordinario, extremo y grotesco, sus personajes nacen y se reproducen a partir de un mismo parentesco de infiernos familiares deformados, torcidos sobre la base de odios y abusos en una existencia salvaje y sórdida. Así como en Las primas, en El marido de mi madrastra y Nosotros, los Caserta las protagonistas son en general mujeres abusadas por figuras de autoridad (mayormente varones), como médicos, padrastros, tutores; maltratadas, enfermas, obsesivas que llevan en sus espaldas (y sangre) vidas y cuerpos monstruosos. 

Nosotros, los Caserta, que ya había sido galardonada en 1969 con el Premio Domani de Verona y el Premio Pirandello de Oro de la Colegiatura de Sicilia, es una novela que transcurre durante la década de 1940. Su narradora, Micaela “Chela” Stradolini, revisa papeles, fotos, objetos, citas y referencias para recorrer y recomponer el Frankenstein del exilio no solo de la Argentina, sino de un oscuro infierno familiar. La protagonista evoca sus raíces sicilianas al entrar en contacto con su tía abuela Angelina, una enana dueña de una mansión en el Borgo con quien entabla un vínculo amoroso cuasincestuoso. Chela —porque los personajes de Venturini pueden conservar una inteligencia desbordante y cruel— rememora ya como una mujer adulta su buena niñez en Buenos Aires, superdotada, demasiado flaca y oscura (producto de una familia carente de afecto que la llevó a desarrollar una personalidad sadista y misántropa) para el gusto nacional y aburguesado de ese entonces.  

Con la inteligencia audaz, salvaje y despiadada de Chela en Nosotros, los Caserta, la protagonista del cuento homónimo de El marido de mi madrastra, Máxima Bellini, también proclama: “Soy la artífice de mi propio destino. Insisto en rasgar este velo impío que me somete a los espantosos soeces y convertirme en mi propia historiadora”. Estemos seguros: si hay algo monstruoso que Aurora Venturini esconde como autora (y como mito) es ese desparpajo que crece de la protuberancia de su pluma para hacer que en lo sórdido y lo lírico, camuflado bajo el disfraz de una mujer de más de ochenta años, converjan personajes e historias que, aun tras su fallecimiento a los 92 años, hacen que su obra siga en (re)edición y publicación y que ella continúe siendo una de las protagonistas centrales de “la nueva novela”. 

Aurora Venturini

Aurora Venturini

Aurora Venturini (La Plata, 1921-Buenos Aires, 2015) fue novelista, cuentista, poeta, traductora, docente y ensayista. Trabajó como asesora en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor, donde conoció a Eva Perón, de quien fue amiga íntima. Tras el golpe de Estado de 1955, se exilió en París. Allí compartió tertulias y noches de bohemia con personajes como Sartre, Simone de Beauvoir, Camus, Ionesco o Juliette Gréco. Escribió más de cuarenta libros. Pero fue en 2007, a los 85 años, cuando con Las primas consiguió el reconocimiento que hasta entonces se le había negado, como explica muy bien el prólogo de Mariana Enriquez.

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