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Cinco libros para hablar del amor en la literatura

Cinco libros para hablar del amor en la literatura

¡Ah, el amor, el amor…! Se ha terminado febrero, el mes del amor, y creemos oportuno dedicar una entrada a este sentimiento que ha inspirado a tantos, hoy como ayer, para escribir poemas e historias que enamoran o ilustran el punto de vista de los autores acerca de una emoción considerada como la cima de todas ellas, la más elevada y poderosa que pueda invadir la mente y el pecho de los seres humanos, aunque a veces se vuelve la causa de mortales caídas. Así pues, ¿qué es el amor y cómo se ha manifestado en la literatura? ¿Siempre ha sido el mismo o se ha ido modernizando, al punto de resultarnos confuso lo que en otros tiempos se entendía por él? Veamos, en cinco obras paradigmáticas —Romeo y Julieta, de William Shakespeare; Madame Bovary, de Gustave Flaubert; Pura pasión, de Annie Ernaux; Sputnik, mi amor, de Haruki Murakami; y Días sin ti, de Elvira Sastre—, si el amor ha evolucionado, si cada época ha tenido una idea diferente de él o si esta ha sido la misma desde hace al menos cuatro siglos… 

Comenzamos con la más antigua de todas, Romeo y Julieta, publicada en 1597; quizá metáfora o alegoría, el exitoso concepto de un amor entre rivales (hasta hoy persiste el tropo enemies to lovers) encontró su mayor expresión en la gloriosa pluma de Shakespeare, aunque en forma muy desnuda (se puede culpar un poco a la película de Baz Luhrmann por esto) lo que tenemos es a dos adolescentes que descubren el amor en quien menos deberían. Todavía prima la idea de este sentimiento como “algo que nos ocurre”, incluso tras un solo encuentro, de modo inevitable e irresistible, sin mucha reflexión ni responsabilidad, y el entorno violento hace el resto. 

Pasaron casi tres siglos y en 1857, en Francia, Gustave Flaubert se propuso, a partir de una historia real, criticar las ideas de su época y de cierta clase social acerca del amor, entre otros temas; con el realismo que inauguró, en Madame Bovary nos presenta a Emma, una mujer que ha leído demasiadas novelas románticas (un poco a la manera del Quijote) y sueña con pasiones desatadas e idealistas, algo que no encuentra en la sociedad de su tiempo y lugar, y que mediante una serie de amoríos desafortunados acaba desengañándose al tiempo que arruina su patrimonio y a su familia. ¿Qué cambió? Que la locura del amor encontró un dique en los deberes familiares y sociales, al tiempo que se descubrió que éste constituye algo más que un sentimiento, y tiene consecuencias. 

¿Qué es el amor y cómo se ha manifestado en la literatura? ¿Siempre ha sido el mismo o se ha ido modernizando, al punto de resultarnos confuso lo que en otros tiempos se entendía por él? 

Llegamos al siglo XX. Para ese momento muchas cosas han pasado y han ocurrido cambios esenciales, incluso en la noción de las personas sobre su lugar en el mundo, en la vida. ¿Es posible que el amor sea otra cosa también? Se ha perdido sin duda la perspectiva romántica, el heroísmo y el sacrificio respecto de muchas situaciones, quizá también en cuanto a los ideales, pero en Pura pasión (1991) Annie Ernaux nos recuerda cuánto puede absorbernos en ciertas circunstancias la atracción, el deseo por alguien, al margen de las realidades de cada quién; la autora estima que en una relación secreta, prohibida bajo varios criterios, muy pocas veces llegamos a apreciar  tan potente sabor, y probablemente sea una bendición única. 

Nos vamos a 1999 y a una región diferente de Europa: Japón. En una sociedad muy conocida por su ultramodernidad, ¿aún se puede albergar sentimientos tan “convencionales” como el amor? Haruki Murakami abunda sobre ello en Sputnik, mi amor, aunque advierte que todo puede ser un tanto confuso, que es posible entender la atracción de alguien y sin embargo no corresponderla, y a la vez sufrir por un amor imposible desde donde se lo vea. Sexo y amor no resultan equivalentes; de hecho, a veces solo desde la pérdida se puede entender cuánto se ha amado a alguien y lo mucho que esa emoción aportaba a nuestras vidas. Amar es aceptar al otro en su conflictiva autenticidad… 

De vuelta a Europa, aunque ahora en 2019, Elvira Sastre en Días sin ti contrasta dos historias de amor, la de Gael y Marta, jóvenes habitantes de los inicios del siglo XXI, él escultor y ella modelo, y Dora y Gael, o Gabriel, abuelos paternos del Gael contemporáneo, quienes vivieron un amor prohibido (eran maestra y alumno menor de edad) en una época trágica: la Guerra Civil Española. Curiosamente, por momentos la trama más antigua se muestra más moderna que la otra en sus planteamientos, mostrando que a veces la evolución humana no es lineal y que ha habido gente y épocas más avanzadas en lo emocional y lo intelectual que otras más recientes en el tiempo. Podemos hablar de que esta obra de Sastre es pionera en su tratamiento del amor, y por eso mismo conmueve: con vena poética nos habla de otras formas de entenderlo, de buscarlo aun donde parece imposible de encontrar, y nos hace ver que trasciende la muerte y vuelve más soportable la vida. 

En ciertas circunstancias la atracción y el deseo por alguien pueden absorbernos, al margen de las realidades de cada quién; muy pocas veces llegamos a apreciar tan potente sabor, y probablemente sea una bendición única. 

Arribamos al final y podemos apreciar que, en efecto, la representación del amor en la literatura ha cambiado. No se trata de la sola y simple atracción por alguien, actualmente tenemos criterios más complejos para definir ese sentimiento, y aun así llegamos a hablar de él solo en retrospectiva. Cuando se vive fuera del cine y otras manifestaciones artísticas, siempre estaremos hablando de otra cosa; más de un lector coincidirá con la famosa frase Jorge Luis Borges: “Pocas cosas me han ocurrido y muchas he leído”. 

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